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“Una sola cosa es necesaria”



LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
“LECTIO DIVINA”
LECTIO ¿QUÉ DICE EL SEÑOR?
Texto: Lc 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: “Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”.
El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”.

Notas para entender mejor lo que dice el texto:
1. Lucas no dice en qué poblado entró Jesús.
2. Las hermanas Marta y María podrían ser, según el evangelio de san Juan capítulo 11 hermanas de Lázaro. Si así fuera el poblado sería Betania.
3. Como en el evangelio de san Juan aquí también da la impresión de que Marta es la mayor, el evangelio dice que es ella la que recibe a Jesús.
4. El evangelio es enfático al afirmar que María se sentó a escuchar a Jesús mientras que Marta se afanaba en diversos quehaceres.
5. Cuando Marta se dirige a Jesús demuestra confianza al decirle: “¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”.
6. La respuesta de Jesús a Marta no es un reproche a su trabajo, sino que ha perdido la paz en muchos quehaceres y es más importante escucharlo a él.

MEDITATIO ¿QUÉ NOS DICE EL SEÑOR?

Queridos hermanos, en el evangelio de hoy se nos habla de las hermanas Marta y María, que acogen a Jesús en su casa; la una ocupada en los quehaceres de la casa; la otra como discípula atenta a la palabra de Jesús. Como vemos, además de los discípulos que seguían físicamente a Jesús, había familias que lo recibían en su casa y lo atendían, como Marta; pero al mismo tiempo aprovechaban para recibir de Jesús sus enseñanzas, como hace María que se pone a escuchar su Palabra.

Marta fue la que recibió a Jesús y por amor a él trabajaba seguramente haciendo la comida para que Jesús recuperara las fuerzas físicas perdidas en el camino; mientras tanto, María estaba sentada a los pies de Jesús, como discípula, recuperando las fuerzas del espíritu. La una activa, la otra contemplativa; Marta ocupada, María entusiasmada; una trabajando para el Señor, la otra escuchando las enseñanzas del Señor. Marta quiere alimentar a Jesús con un pan material; María se alimenta con el pan de la Palabra de Jesús.

Marta es la que recibe a Jesús y, conforme a las reglas de la hospitalidad, se ocupa en las cosas necesarias para atenderlo. María por su parte se ocupa personalmente de Jesús. Las dos atienden a Jesús, María directamente, Marta indirectamente; el problema está en que el trabajo que está haciendo Marta le ha quitado la paz interior y la paz con su hermana: “Dile que me ayude”, le dice a Jesús. Jesús no reprocha a Marta su trabajo, sino el que se ha dejado absorber por él y éste le ha quitado la paz. En cambio, dice que María ha escogido la mejor parte porque la mujer no ha de quedar reducida sólo a las tareas de la casa, también es digna de ser discípula y ponerse a escuchar la Palabra de Dios.

Con sus palabras: “Muchas cosas te preocupan”, Jesús no desprecia las atenciones de Marta, las considera valiosas, pero las ubica en su justo valor. El error de Marta no está en ponerse a trabajar para Jesús, sino en preocuparse y agitarse en muchas cosas. Por esto, Jesús le recuerda que hay una jerarquía entre el trabajo por él y el escucharlo a él. Y de todo esto lo más importante es escucharlo a él y finalmente el trabajo por él. En este sentido, en el evangelio de san Marcos, se nos dice que Jesús llamó a los que él quiso: “Para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 14). Muchas veces olvidamos que lo primero es estar con Jesús y nos ocupamos en muchas cosas que, por cierto, son buenas, como la predicación de la Palabra de Dios, organizar encuentros de evangelización o de catequesis. Pero lo primero es Jesús y luego el quehacer de Jesús. Lo más importante no son las cosas, sino el Señor de las cosas. En este sentido, María ha escogido a Jesús, la mejor parte es el Señor, la única cosa necesaria es Jesús y luego viene la misión por Jesús.

Con las palabras que Jesús dirige a Marta tal parece que la escucha de la Palabra de Dios es estimada por Jesús de más valor que la vida activa misionera. Sin embargo, sabemos que tanto en la vida contemplativa como en la vida activa misionera se puede correr el riesgo de olvidarse del Señor y caer en el activismo. Así que, cuando alguien se entrega a la vida consagrada, sea contemplativa o misionera, tiene que poner en primer lugar a Jesús, él es la única cosa necesaria, pero también hay que saber que el estar con Jesús exige después llevarlo a los demás y ahí es donde viene el trabajo por Jesús, ahí es donde viene la misión. Podemos decir que una contemplación que no se hace acción es enajenación, y una misión que no procede de la oración es una estéril ocupación. El punto de partida es Cristo, el trabajo es anunciar a Cristo y el punto de llegada también es Cristo. Por eso algunos dicen que hay dos modos de seguir a Jesús, uno con los ojos abiertos y las manos ocupadas, como Marta en la misión; otro con los ojos cerrados y las manos juntas, como María en la oración. En realidad, se trata de dos actitudes complementarias del único seguimiento de Cristo. Recordemos que Jesús se pasaba noches en oración y era incansable en la predicación, es decir en la acción. Así que no debemos separar estos dos aspectos del seguimiento de Cristo, sino integrarlos para un seguimiento más auténtico y verdadero.

Sería bueno tener el deseo, la actitud y la intención de hospedar a Jesús en nuestra casa. Para ello sería muy importante reservarle físicamente un lugar en el que esté la imagen de Cristo crucificado presidiendo en nuestra casa. Poco se piensa en esto, pero es más importante Cristo que la televisión y, a ésta, muchas veces, se dedica un espacio completo en la casa y preside como si estuviera entronizada en ese lugar. Normalmente no permitimos que un extraño entre en nuestra casa y menos para decirnos todo lo que quiera; sin embargo, a la televisión, muchas veces, le permitimos que nos diga lo que quiera. Si preparamos un lugar para el Cristo, ese debe ser un lugar de recogimiento espiritual para escuchar la Palabra de Jesús, como María, poniéndonos a los pies de la imagen del Cristo crucificado como signo de estar a los pies de Cristo resucitado vivo y presente en nuestro hogar y en nuestro corazón.

ORATIO ¿QUÉ LE DECIMOS AL SEÑOR?

Señor Jesús te damos gracias porque quieres entrar en nuestra casa y en nuestra vida. Concédenos la gracia de recibirte como Marta y ocuparnos responsablemente de los quehaceres para lograr nuestro sustento sin que el trabajo nos impida ponernos a la escucha de tu palabra como María.

Concédenos la gracia de que tú seas lo más importante en nuestra vida, que lo más importantes sea estar contigo, contar con tu amistad y experimentar tu amor misericordioso que no nos enajene del mundo y de los quehaceres ordinarios de la vida, sino que nos impulse a luchar por la vida, por un mundo mejor y por darte a conocer para que otros te abran la puerta de su corazón y puedas entrar en sus casas y en sus vidas.

Líbranos de la autosuficiencia y del activismo, así como de la envidia porque otros trabajan menos y ganan más, incluso trabajando menos, pero ocupándose más de ti que eres la única cosa necesaria y todo lo demás es añadidura. Concédenos la gracia de escoger la mejor parte que eres tú y que una vez encontrada nadie nos la pueda quitar, que nadie nos pueda apartar de ti para que podamos llegar a la casa de nuestro Padre en los cielos.

OPERATIO ¿QUÉ NOS PIDE EL SEÑOR?

El Señor Jesús quiere hospedarse en nuestra casa, quiere entrar en nuestra vida. El Señor nos pide estar siempre preparados porque él busca hospedaje, busca posada en nuestra casa, en nuestra vida y en nuestro corazón. Como dice el libro del Apocalipsis el Señor siempre está tocando a la puerta, si alguno le abre entra y cena con él (cfr. Ap. 3, 20), es decir que vive en comunión con él ahora en esta vida y esa comunión continuará en la vida eterna.

El Señor nos pide ocuparnos de nuestro trabajo con responsabilidad, pero sin que el trabajo nos quiete la paz interior, la paz con nuestros hermanos y sobre todo que no nos impida dedicarle tiempo a él que es lo más importante que hay que buscar y que encontrándolo a él nos viene todo lo demás. Dios nos pide detenernos en el camino de la vida y buscar la mejor parte, es decir buscar a su Hijo Jesús, el cual una vez encontrado nadie nos lo quitará.

El Señor nos pide ponerlo a él en primer lugar. El Señor quiere que privilegiemos las cosas espirituales, la escucha de su Palabra, la búsqueda de su Reino, pero que esto no nos enajene de la realidad y de nuestras responsabilidades terrenas, sino que las jerarquicemos poniéndolo a él en primer lugar y él nos ayudará para que no nos falte lo necesario para vivir.

En nuestra vida debemos parecernos en parte a Marta y en parte a María. El trabajo y la escucha de la Palabra de Dios no son dos cosas contrapuestas, sino complementarias. No olvidemos, como Jesús, unir oración y acción. Él dedicaba su tiempo a la oración y su tiempo a la predicación. Que la oración nos lleve a la acción y la acción a la oración. ¡Que así sea!

+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla

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