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Entrevista exclusiva con el soldado G: de joven desconectado del judaísmo a soldado del ejército de Israel

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Israel, a 2 de octubre de 2025.- Con apenas 23 años, el soldado G ha vivido una transformación radical: de un adolescente que renegaba de su identidad judía, a un combatiente que ha dedicado más de cien días de servicio de reserva en las Fuerzas de Defensa de Israel. Su historia es un testimonio de búsqueda personal, resiliencia y entrega.

“De chico no quería saber nada del judaísmo, no quería ir a un colegio judío ni escuchar hablar de religión”, recuerda. Su madre, sin embargo, nunca dejó de insistir. Fue gracias a ese vínculo materno que, poco a poco, empezó a acercarse a la vida comunitaria y a programas juveniles. La experiencia definitiva llegó con Taglit, el viaje que lo conectó con Israel y le mostró un sentido de pertenencia que nunca había experimentado antes.

“El primer shock fue sentir un abrazo enorme de toda la comunidad, como si tuviera una familia sin haberla conocido todavía”, cuenta. Esa sensación de hogar fue la chispa que lo llevó a tomar la decisión más importante de su vida: hacer aliá y enlistarse en el ejército de Israel.

Su paso por el entrenamiento en el ejército de Israel lo curtieron en disciplina y camaradería. “Agarran un nene de 18 años y lo convierten en hombre. Te enseña a trabajar en equipo, a ayudar a tu compañero, a madurar”, afirma.

Pero nada lo preparó para el 7 de octubre de 2023, una fecha que describe como “una pesadilla que no termina”. Esa madrugada, entre la confusión, la incredulidad y la urgencia, vio cómo un país entero se movilizaba en cuestión de horas. “De repente todos agarramos nuestras mochilas y salimos corriendo. Israel se encendió en fuego”, recuerda con voz aún estremecida.

Aunque no estuvo en la primera línea de los ataques iniciales, el impacto fue devastador: perdió a dos de sus mejores amigos, Yannai Kaminka y Adar Ben Simon, quienes resistieron heroicamente para salvar a decenas de jóvenes soldados sin experiencia de combate. “Eran corazones enormes, siempre dispuestos a ayudar. Lo que hicieron fue heroico, lograron salvar más de 90 vidas”, dice con orgullo y dolor entrelazados.

El soldado G reconoce que la guerra lo ha marcado para siempre.

“Al comienzo uno cree que el peligro es algo lejano, pero después entiendes que es real, inminente. Y ver el alivio en los ojos de los ciudadanos cuando saben que los estás cuidando… eso te cambia la vida”.

Hoy, mientras se acerca el segundo aniversario de aquel día negro, admite el cansancio y la dureza de un conflicto que parece no terminar. Aun así, conserva la esperanza de un futuro distinto: estudiar, viajar y, sobre todo, vivir en paz. “Queremos salir más fuertes de esto. Poder volver a una vida normal, sin sentir que la guerra está siempre sobre nuestras espaldas”.

Su relato no es solo el de un soldado, sino el de un joven que encontró en la adversidad un motivo para pertenecer, servir y resistir. Una historia donde la identidad, la memoria y la vocación de proteger se entrelazan en primera línea.

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