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El abandono institucional de los jóvenes en albergues de Tabasco: La transición a la adultez como un vacío cruel

Tabasco,
a 26 de abril del 2025.- El tránsito hacia la adultez debería ser una etapa de crecimiento, descubrimiento y nuevas oportunidades. Sin embargo, para miles de jóvenes en situación de vulnerabilidad en Tabasco, cumplir 18 años significa ser arrojados a un vacío institucional que les niega la oportunidad de construir un futuro propio. Lo que debería ser el inicio de su independencia se convierte en una dura realidad: el abandono, ahora sin la protección que ofrece el albergue, y un país que, lejos de apoyarlos, los olvida.

Luis, un joven que vivió más de una década en un albergue estatal, ejemplifica la cruel transición de la mayoría de edad. A sus 18 años, tras años de rutina en el centro de atención, la despedida fue fría y desolada: “Ya puedes irte”. No hubo fiesta, no hubo despedida, solo una mochila vieja y una dirección en un papel que él nunca supo si era real.

El testimonio de Luis es solo uno de los miles que reflejan la realidad de los egresados de los albergues en Tabasco, donde más del 85% de los jóvenes que salen de estas instituciones lo hacen sin una red de apoyo, sin trabajo estable, sin vivienda y, peor aún, sin un plan de vida que los prepare para enfrentar la adultez. El sistema de asistencia estatal se limita a cubrir sus necesidades hasta los 18 años, pero una vez alcanzada la mayoría de edad, el Estado asume erróneamente que su obligación ha terminado. La ausencia de un protocolo de egreso, de fondos destinados a este fin y de redes de apoyo formal convierte esta transición en un abandono institucional aún más cruel.

El impacto de este desamparo no solo se refleja en la falta de recursos. Según la académica Nuria González Martín, lo que realmente ocurre al llegar a la mayoría de edad es una revictimización, donde los jóvenes, después de haber vivido años de abandono, maltrato y negligencia, se encuentran sin las herramientas necesarias para construir una vida por sí mismos.

Blanca, trabajadora del CAIMEDE (Centro de Atención Integral al Menor en Desamparo), lo describe de manera sencilla pero estremecedora: "Yo los veía salir con sus bolsas de plástico. Y me preguntaba: ¿eso es todo?". En muchos casos, estos jóvenes terminan recurriendo a trabajos informales, redes de conocidos o dependencias caritativas para sobrevivir. Otros, lamentablemente, caen en redes de explotación, se convierten en víctimas del crimen o simplemente desaparecen del mapa.

El caso de Raúl, otro joven egresado, subraya la inoperancia del sistema: “No me dieron un plan de vida. Me dieron mi CURP”. Tras 16 años institucionalizado, lo único que recibió al salir fue una hoja con su acta de nacimiento, sin ninguna orientación, sin ningún apoyo para enfrentar el mundo exterior.

La falta de un plan estructurado para el egreso no solo se ve como una omisión institucional, sino como una forma sistemática de revictimización, según el abogado Marco Antonio Córdova, experto en derechos humanos. Estos jóvenes, que ya han atravesado experiencias traumáticas, como el abuso y el maltrato, son lanzados a la vida adulta sin las herramientas necesarias para enfrentarse a la sociedad, dejándolos expuestos a nuevas formas de vulnerabilidad.

Además, los albergues de Tabasco, como el CAIMEDE, enfrentan una carga adicional: el trabajo de las cuidadoras institucionales. Mujeres que, a pesar de su vital rol en la vida de los niños, enfrentan condiciones laborales precarias, con contratos eventuales, salarios bajos y sin el reconocimiento adecuado. Ellas, que muchas veces no cuentan con la formación profesional necesaria, se ven obligadas a cargar emocional y físicamente con el peso de niños que, en su mayoría, están destinados a ser olvidados una vez que alcanzan la mayoría de edad.

El sistema de asistencia infantil en Tabasco, lejos de ofrecer una salida real para estos jóvenes, perpetúa el ciclo de abandono. Mientras el gobierno estatal sigue sin proporcionar un plan efectivo para el egreso, estos jóvenes continúan enfrentando la vida sin las herramientas necesarias, en un país que parece haber olvidado su responsabilidad hacia ellos una vez que alcanzan la mayoría de edad.

Es imperativo que se reconozca esta realidad y se exija una reforma urgente en el sistema de protección infantil. Los jóvenes que egresan de los albergues necesitan más que una simple hoja con su CURP. Necesitan un plan de vida, redes de apoyo y, sobre todo, el compromiso de la sociedad y el Estado para garantizar que su transición a la adultez no sea un camino hacia la exclusión, sino una oportunidad para un futuro digno.

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