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“¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
“LECTIO DIVINA”
LECTIO ¿QUÉ DICE EL SEÑOR?
Texto: Mc 12, 28-34
Papantla, Ver., a 31 de octubre del 2021.- En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús le respondió: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”.
El escriba replicó: “Muy bien, Maestro. Tienes razón cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y que amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.
Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Notas para entender mejor lo que dice el texto:
1. Un escriba pregunta cuál es el primero de todos los mandamientos.
2. Jesús dice que el primero es: “Amarás al Señor, tu Dios…” y el segundo: “Amarás a tu prójimo”.
3. El escriba dice que Jesús tiene razón y agrega: que cumplir estos mandamientos: “Vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.
4. Y Jesús concluyó: “No estás lejos del Reino de Dios”.
MEDITATIO ¿QUÉ NOS DICE EL SEÑOR?
En el evangelio de hoy un escriba se acercó a Jesús para preguntarle cuál era el primero de todos los mandamientos. A diferencia de otros casos, en los que le ponen una trampa a Jesús, ahora el diálogo se da con mucho respeto. El escriba reconoce la respuesta acertada de Jesús, motivo por el cual Jesús le dice al final: “No estás lejos del Reino de Dios”. En efecto, una búsqueda sincera de Dios es un buen primer paso porque el primero que viene al encuentro de nosotros es Dios, sobre todo en Cristo Jesús que, por su encarnación, se convirtió para nosotros en el camino, la verdad y la vida (cfr. Jn 14, 6).
En tiempos de Cristo los maestros de la ley distinguían 613 preceptos, de los cuales 365 eran prohibiciones y 248 mandamientos positivos. La pregunta del escriba, para no perderse entre tanto mandamiento, tenía mucha razón de ser, ¿cuál de todos era el primero o el principal? La respuesta de Jesús une el mandamiento del amor a Dios con el mandamiento del amor al prójimo. Además, añade Jesús: “No hay ningún mandamiento mayor que estos”.
Dado que es un escriba el que le pregunta, Jesús contesta citando pasajes de la Ley. Para hablar del mandamiento del amor a Dios Jesús hacer referencia al libro del Deuteronomio 6, 4-5 donde se dice que el amor a Dios no consiste simplemente en el cumplimiento de preceptos, sino en amar a Dios: “Con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Este mandamiento es el alma de todos los mandamientos, es el alma de toda la Sagrada Escritura. Sin embargo, el amor a Dios lleva necesariamente al amor al prójimo. Nosotros quisiéramos amar a Dios sin tener que ver nada con el prójimo, pero Dios quiere que nuestro amor a él pase por el amor al prójimo. El amor a Dios se debe de verificar en el amor al prójimo y el amor al prójimo debe llevarnos al amor de Dios. En este sentido San Juan nos dice en su primera carta que: “Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4, 20).
Para hablar del mandamiento del amor al prójimo Jesús hizo referencia al libro del Levítico, 19, 18 en donde el prójimo es el compatriota, pero no los extranjeros. En el Nuevo Testamento este mandamiento vale para todo ser humano independientemente de su raza, color o nacionalidad. Ciertamente una cosa es el amor a Dios y otra el amor al prójimo; por tanto, estos dos mandamientos no se identifican, pero no se excluyen, sino que se complementan en uno solo: el mandamiento del amor. Por esto san Pablo llegó a decir en la Carta a los Romanos que el que ama ha cumplido toda la ley (cfr. Rm 13,) San Agustín decía: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos”.
Todos sabemos la importancia del templo de Jerusalén como lugar de encuentro con Dios. En la respuesta del escriba, en primer lugar, le dice a Jesús que ‘tiene razón’ y luego explica que el amor a Dios y el amor al prójimo: “Vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Recordemos que el templo era el lugar para ofrecer los sacrificios a Dios. Si el amor a Dios y el amor al prójimo valen más que todos los sacrificios eso significa que son como un culto para dar gloria a Dios. Así pues, el amor es un verdadero culto a Dios, pero tiene dos direcciones, una vertical hacia Dios, como el incienso que sube hacia arriba, y otra horizontal como extendiendo los brazos hacia el prójimo. Pero ¿cuál es el primero? San Agustín llegó a decir que el amor a Dios es lo primero en el orden del pensar, pero en el orden del actuar lo primero es el amor al prójimo.
Conocer en su totalidad la Palabra de Dios y todos sus mandamientos no nos hace mejores si no buscamos y nos preguntamos ¿qué es lo más importante de todo ello? La respuesta es simple, lo más importante es el amor. Pero ¿qué es el amor? ¿dónde se le encuentra? ¿dónde está? Está en Dios. San Juan nos dice que Dios es amor (cfr. 1 Jn 4,.
 De manera que encontrarse con Dios es encontrase con el amor. Por eso podemos y debemos amar al prójimo. El evangelio dice que: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, es decir, como deberías amarte a ti mismo. Sin embargo, si no hemos experimentado el amor de Dios sobre nosotros no vamos a poder amarnos a nosotros mismos como Dios quiere y tampoco vamos a poder amar al prójimo como se merece. Para amar al prójimo necesitamos saber cómo Dios me ama y cómo ama a mi hermano más cercano, a mi hermano más próximo. En cierto modo, se puede decir que, para amar al prójimo, hay que dejar a Dios que en nosotros ame al prójimo. Esto no es nada fácil, pero es posible en la medida que nos dejamos amar de Dios y nuestro amor a Dios es cada vez más auténtico y verdadero.
Las últimas palabras de Jesús confirman que aquel hombre verdaderamente buscaba el espíritu y profundidad de la Ley y no se quedaba en el cumplimiento externo. Por eso Jesús le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. El amor nos acerca a Dios, la falta de amor nos aleja de Dios. Sin embargo, es un hecho que estamos inclinados a pensar sólo en nosotros, a amarnos a nosotros mismos de manera equivocada y egoísta. Por eso existe el mandamiento del amor. La verdad de las cosas es que el amor no se puede vivir como un mandamiento, sino como una fuerza vital fruto de sentirnos amados por Dios. Ahora bien, como el sentirnos amados por Dios no es algo automático, sino que se va aprendiendo y experimentado a lo largo de la vida, en aquellos que buscan a Dios, así en la misma proporción se puede amar al prójimo, cada vez mejor, en la misma medida como uno se siente amado de Dios.
ORATIO ¿QUÉ LE DECIMOS AL SEÑOR?
Te bendecimos, Dios todo poderoso, porque en Jesús nos has revelado que el amor a ti es el primer mandamiento de toda la ley, pero el segundo más importante es el amor al prójimo y que estos dos mandamientos hacen un solo mandamiento: el mandamiento del amor. Concédenos vivir este mandamiento de tal manera que el amor a ti nos lleve al amor al prójimo y el amor al prójimo nos haga volver a tu amor.
Señor Dios todo poderoso, en el diálogo del escriba con Jesús se dijo que el amor a Dios y el amor al prójimo valen más que todos los holocaustos y sacrificios. Concédenos valorar al prójimo no sólo como un hermano, sino también como un lugar de encuentro contigo, pero sobre todo como un templo en el que podemos ofrecer sacrificios para darte gloria.
Señor Dios todo poderoso, fuente de vida y de amor, tú nos has dado la vida por amor y has puesto en nosotros la necesidad de amar y ser amados. Concédenos la gracia de experimentar tu amor para poder amarte con todo el corazón y, también, la gracia de amar a nuestros hermanos como tú los amas y experimentar tu amor a través del amor de ellos a nosotros.
OPERATIO ¿QUÉ NOS PIDE EL SEÑOR?
El Señor nos pide que vivamos en su amor. Dios es amor y nos ha creado por amor y, aunque no tiene necesidad de nuestro amor, sabe que viviendo en su amor nos vamos a realizar mejor como seres humanos y como hijos suyos y, además, vamos a ser más felices y ayudaremos a los demás a ser mejores seres humanos e hijos de Dios y a ser más felices.
El Señor nos pide que vivamos el mandamiento del amor al prójimo. Ciertamente el amor a Dios y el amor al prójimo no se identifican, pero no se excluyen, sino que se complementan. El verdadero amor a Dios nos lleva al amor del prójimo y el amor al prójimo nos lleva de nuevo al amor de Dios.
El Señor nos pide que lo busquemos, ya sea mediante la lectura orante de su palabra, ya sea mediante la participación en el sacrificio de la Eucaristía, ya sea mediante la búsqueda de su voluntad, pero también quiere que lo busquemos y le demos honor y gloria en el amor a nuestro prójimo pues lo que hagamos a nuestros hermanos tiene valor de sacrificio agradable.
+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla

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