“Alimento que dura para la vida eterna”
LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
“LECTIO DIVINA”
LECTIO ¿QUÉ DICE EL SEÑOR?
Teziutlán, a 1 de agosto del 2021.- En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.
Ellos dijeron: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”. Entonces la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué signo vas a realizar tú, para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.
Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.
Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”.
Notas para entender mejor lo que dice el texto:
Principales enseñanzas de Jesús:
1. No trabajen por el alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida.
2. La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado.
3. Es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo.
4. Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.
MEDITATIO ¿QUÉ NOS DICE EL SEÑOR?
Ahora, en continuidad con el evangelio del domingo pasado, Jesús confirma la interpretación material que la gente hizo de la multiplicación de los panes, pero recalca lo que es más importante: “No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna”. Cuando Jesús dice: “No trabajan por el alimento que se acaba” significa no trabajen sólo por ese pan. Esta palabra de Jesús tiene una aplicación a todo lo humano: bienes, proyectos, éxitos, etc. Por el contrario, trabajar por el alimento que dura para la vida eterna, no es desprecio del trabajo para conseguir el alimento material, sino abrir nuestra búsqueda de esperanza y de realización más allá del horizonte terreno para alcanzar la vida eterna.
El Papa Francisco en “Laudato si” cuestiona fuertemente el consumismo, pero no porque no debamos buscar los bienes para este mundo, sino porque los bienes no se distribuyen, sino que se acumulan en manos de pocos y les hacen falta a millones. Una sociedad puramente consumista es aquella en la que Dios sólo cabe si también es un bien de consumo, negociable y redituable. En efecto, los que decimos creer en Dios debemos vivir según los criterios del evangelio. En el mundo lo que predomina no es el ser, sino el tener. Si creemos en Dios y él es la razón última de nuestra vida, vale la pena preguntarnos: ¿Qué es lo que sacia mi vida?, ¿busco llenarme de cosas o busco llenarme de Dios? ¿De qué alimentamos nuestra vida espiritual? En este sentido, en el evangelio de san Mateo dice Jesús: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6, 33).
El milagro de la multiplicación de los panes Jesús no lo hizo, simple y sencillamente, para saciar el hambre de aquella gente, sino como un signo para que elevaran su espíritu para poder acoger un pan espiritual que dura para la vida eterna; pero para eso, más que hacer algo, se necesita creer: “¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?”, -le preguntan a Jesús- y él contestó diciendo que no se necesitan muchas obras, sino una sola: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quién él ha enviado”. Así pues, Jesús es el pan de vida, pero a condición de creer en él. La única obra importante es creer. Desafortunadamente la falta de fe nos impide ver más allá de la superficie de las cosas. Muchas veces pensamos que la conquista de la vida eterna consististe en hacer muchas obras buenas. Lo más importante no se trata de hacer, sino de creer. Ahora bien, creer no significa dejar de hacer. La ley exige hacer lo que se debe hacer, la fe lleva a hacer lo que corresponde a lo que se cree. La verdadera fe es activa, la fe es vital. Una cosa es la fe muerta sin obras, como dijera Santiago, y otra, la fe viva que se muestra con obras (cfr. St 2, 14-26). La fe, decía san Pablo, es la que actúa por medio de la caridad (cfr. Ga 5, 6).
Aunque lo importante es creer en Jesús, él debe dar algún signo, como Moisés. Por eso la gente pregunta: “¿Qué signo vas a realizar tú, para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras?” Con estas preguntas están oponiendo a Jesús, la figura de Moisés que, como dicen ellos: “Les dio a comer pan del cielo”. Sin embargo, Jesús les aclara: “No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo”. En san Marcos, cuando a Jesús le piden una señal del cielo dice que no les será dada ninguna señal (cfr. Mc 8, 12). Sin embargo, en san Mateo dice que: “Así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches” (Mt 12, 39-40). Es decir que la señal principal para creer es Jesús mismo.
La vida puramente humana necesita de alimento material; la vida espiritual necesita un alimento espiritual. El que viven sin fe sólo busca alimento material para sus necesidades humanas; el que se ha encontrado con Dios sabe que en primer lugar necesita de Dios, de él recibe todo, sobre todo el alimento espiritual o, mejor dicho, Dios es su alimento espiritual.
En las palabras de Jesús dice que Dios es su Padre, por tanto, Jesús es más que Moisés; su Padre es el que da, en el presente, el verdadero pan, y no sólo para los israelitas, sino para la vida del mundo. El final de este evangelio evoca el diálogo con la Samaritana cuando le dijo a Jesús: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla” (Jn 4, 15). Aquí la gente le dice: “Señor, danos siempre de ese pan”, y Jesús declara abiertamente: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”. Jesús es el pan de Dios que baja del cielo y da la vida al mundo.
Hay dos tipos de alimentos, el del vientre y el del corazón. El primero ya sabemos cuál es y cómo encontrarlo, el segundo no se consigue mediante la fe y lo que sigue a la fe: la lectura de la Palabra de Dios, la oración, la participación en los sacramentos, la confianza en Dios, la caridad fraterna y la esperanza de la vida eterna. En definitiva, el corazón se alimenta de amor: de amor de Dios, de amor humano y de amor hermano. Con razón san Pablo dijo que él amor nunca se acaba, es lo único que perdura en la vida eterna (1 Co 13, 13). Las obras de la fe no son para alimentar el corazón, sino resultado de que él corazón está alimentado. Si buscamos en primer lugar el pan que perdura digámosle: “Señor, danos siempre de ese pan”.
ORATIO ¿QUÉ LE DECIMOS AL SEÑOR?
Señor Dios todo poderoso, te bendecimos y te damos gracias por el don de la vida y porque con el trabajo de nuestros manos nos permites colaborar con tu obra creadora y mediante el trabajo nos permites realizarnos como seres humanos y conseguir el pan de cada día para nuestras familias. Concédenos la gracia de trabajar no sólo por ese pan que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que nos da tu Hijo Jesucristo.
Señor Jesus, tú nos ha dicho que la obra de Dios consiste en que creamos en aquel a quien él ha enviado. Concédenos la gracia de madurar en la fe, de manera que se acreciente nuestra adhesión y amor a ti y que esta fe se manifieste en el amor fraterno a nuestros hermanos especialmente a los que sólo buscan el pan material y por eso son los más alejados de ti.
Señor Jesús, tú eres el verdadero pan del cielo que el Padre da a los que creen en ti. Te pedimos la gracia de alimentarnos constantemente de ti que eres el pan que sacia nuestra hambre y nuestra sed de vida plena que trasciende hasta a la vida eterna. Señor Jesús, aliméntanos con tu vida, mediante tu Palabra y la Eucaristía. Señor, danos siempre de tu pan.
OPERATIO ¿QUÉ NOS PIDE EL SEÑOR?
El Señor Jesús nos pide no trabajar por el alimento que se acaba, sino por el que dura para la vida eterna, lo cual no significa que no hay que trabajar para tener nuestro sustento, sino poner en primer lugar el alimento espiritual que nos viene de Dios. Busquemos primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se nos dará por añadidura.
El Señor Jesús nos pide que creamos en él. Creer en Jesús es la obra más importante que podemos hacer en la vida y de esto se desprende todo lo demás que podamos hacer, tanto en el plan humano como en el plano espiritual. Nuestras responsabilidades terrenas nos exigen obras humanas, la fe nos exige vivir como Hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
El Señor Jesús nos pide que tengamos siempre hambre y sed de él que es el pan que baja del cielo y da la vida al mundo. El Señor quiere que tengamos vida plena en abundancia y esto solamente lo podemos encontrar en él que es el camino, la verdad y la vida. En cuanto camino nos lleva al Padre, en cuanto verdad no hace libres y en cuanto vida es nuestro destino final.
+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla
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