Janucá 2025: La luz que se enciende en las noches más largas
Israel, a 30 de noviembre de 2025.- Del 14 al 22 de diciembre se celebrará Janucá, el Festival de las Luces. Más allá del encendido de la menorá y las comidas tradicionales, esta festividad revela un mensaje profundo: la relación entre la oscuridad, la identidad espiritual y la capacidad humana de encontrar luz —propia y divina— en los momentos más inciertos.
Un festival que inicia en la noche más oscura
Janucá comenzará el domingo 14 de diciembre de 2025 por la noche y concluirá la noche del lunes 22 de diciembre. Como cada año, las familias judías encenderán la menorá, recitarán oraciones especiales y compartirán comidas fritas como latkes y sufganiot.
Pero detrás de estas imágenes conocidas, la festividad encierra un simbolismo más profundo: la noche, generalmente vista como ausencia, se convierte aquí en la gran maestra espiritual.
La tradición judía señala que Janucá ocurre en las noches más largas del año, cuando la oscuridad domina. Sin embargo, es precisamente ese escenario el que permite revelar la luz, tanto física como espiritual.
La oscuridad como símbolo: exilio, confusión y búsqueda interior
En la enseñanza clásica, la noche simboliza el Exilio, la influencia de Yavan (Grecia) —la potencia que oprimió a los judíos durante la historia de los macabeos— y el olvido de la Torá.
Representa también la división interna del ser humano, la falta de claridad, la indecisión moral y esa tristeza que conduce a la soledad espiritual.
Pero no se trata de temer a la noche:
Janucá enseña a mirarla de frente, a reconocer que en ella también hay una posibilidad de crecimiento.
La oscuridad, entendida como misterio, impulsa la reflexión, la sabiduría y el regreso a lo esencial.
La luz: respuesta humana, divina y espiritual
El símbolo central de Janucá son las velas, la mitzvá más conocida y practicada de esta festividad. Encenderlas es un acto que combina memoria histórica, conexión divina y responsabilidad personal.
¿Qué representan estas luces?
Las interpretaciones son múltiples:
· La llama del aceite que milagrosamente ardió ocho noches en el Templo.
· La claridad de la Torá oral, donde el hombre interpreta y expande las enseñanzas divinas.
· La luz del hombre justo, aquel que actúa correctamente sin calcular el beneficio personal.
Encender la menorá es, por tanto, un gesto que une cielo y tierra: la acción humana que responde al mundo y la luz divina que responde al hombre.
El candelabro: presencia divina a través del alma humana
El candelabro representa la Presencia Divina que se manifiesta cuando existe una sintonía auténtica entre el ser humano y D-os.
En esa armonía, la relación se vuelve recíproca: el hombre actúa con justicia, y la luz divina se revela con mayor intensidad.
Janucá recuerda que la luz que encendemos no es solo un símbolo externo; es también un recordatorio de la presencia interior, esa chispa espiritual que invita a actuar con claridad y rectitud en un mundo que muchas veces permanece envuelto en sombras.
Cultura, rito y aprendizaje para la vida contemporánea
Hoy, Janucá sigue mostrando su vigencia. En un contexto global marcado por incertidumbres, divisiones y crisis morales, la festividad plantea una pregunta esencial:
¿Qué luz estamos encendiendo en nuestras propias noches?
La enseñanza es clara: la oscuridad no desaparece, pero puede transformarse. La luz que encendemos es una declaración simbólica y práctica de esperanza, identidad y propósito.




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