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El silencio del golfo: La tortuga caguama y una lucha entre la vida, el mar y la ley

Entre la protección ambiental y la supervivencia pesquera, el Golfo de Ulloa enfrenta una crisis que podría sellar el destino de una especie milenaria.
Baja California Sur, a 2 de noviembre de 2025.- Cada año, miles de tortugas caguama (Caretta caretta) cruzan más de 11,000 kilómetros desde las costas de Japón hasta el Golfo de Ulloa, en México. Allí, en uno de los santuarios marinos más importantes del planeta, deberían encontrar refugio, alimento y vida. Pero en los últimos años, este paraíso se ha convertido en un cementerio silencioso, donde las olas devuelven cuerpos sin vida de una especie en peligro de extinción.

Entre 2014 y julio de 2025, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) registró la muerte de 2,375 tortugas caguama dentro de la llamada Zona de Refugio Pesquero de la Costa Occidental de Baja California Sur. La cifra, equivalente al 6% de la población total estimada, revela una tragedia que avanza con lentitud, pero sin pausa.

Un misterio sin resolver

Aunque desde 2015 existen medidas para reducir la mortalidad de esta especie, los esfuerzos han sido insuficientes. Las causas de las muertes siguen siendo inciertas: algunos expertos apuntan a la pesca incidental, otros culpan al cambio de temperatura marina o incluso a factores ambientales desconocidos.

Investigaciones como la de las científicas Evelia Reséndiz Balderas y María Mónica Lara Uc determinaron que el 28% de las tortugas mueren atrapadas en redes de pesca, mientras que un 22% son víctimas del consumo humano. En la mitad restante, las causas no se pudieron determinar debido al avanzado estado de descomposición de los cuerpos.

“México no sabe por qué están muriendo sus tortugas”, advierte Mario Alberto Sánchez Castro, del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA). “Se ha reconocido el problema, pero no hay investigación científica reciente ni coordinación entre las instituciones”.

Un mar de contradicciones legales

A la incertidumbre ecológica se suma un vacío legal que agrava la situación. El acuerdo de refugio pesquero que debía proteger a la caguama eliminó el límite de mortalidad permitido. Es decir, ya no existe un número máximo de muertes que obligue a suspender la pesca en la zona.
“Es un cheque en blanco”, denuncia Sánchez Castro. “Sin límite, la norma queda abierta, y la pesca puede continuar sin restricciones, incluso si las tortugas siguen muriendo”.

Aunque el gobierno mexicano asegura que la pesca no es la causa principal, Estados Unidos sancionó en 2024 a embarcaciones mexicanas del Golfo de Ulloa por medidas “inadecuadas” de protección ambiental.

Entre la conservación y la subsistencia

En el otro extremo del conflicto, los pescadores locales defienden su oficio como la columna vertebral de las comunidades costeras. “No estamos en contra de la conservación”, afirma Tomás Camacho Bareño, líder cooperativista. “Pero si cierras la pesca, se acaban los pueblos. Lo que necesitamos es ordenamiento y diálogo, no imposiciones”.

El Golfo de Ulloa, fuente vital de langosta, abulón, tiburón, calamar y jaiba, es también el epicentro de una tensión creciente entre quienes buscan proteger la biodiversidad y quienes necesitan del mar para sobrevivir.

Una batalla que trasciende fronteras

La muerte de la tortuga caguama ha rebasado los límites de México. Bajo el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), organizaciones ambientales denunciaron al Estado mexicano ante la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA) por no aplicar adecuadamente su legislación ambiental.

En respuesta, la Secretaría de Marina realizó en 2024 una expedición para evaluar las condiciones del hábitat, pero los resultados —centrados en variables oceanográficas— no esclarecieron las causas de muerte.

El llamado del océano

Mientras el debate se enreda entre leyes, intereses y silencios institucionales, las tortugas siguen muriendo. Para los ambientalistas, la solución pasa por la coordinación real entre gobierno, científicos, pescadores y sociedad civil, además de una investigación seria y transparente.

“Proteger a la tortuga caguama es también proteger la vida en el mar y la de quienes viven de él”, concluye Sánchez Castro.

En el Golfo de Ulloa, cada amanecer trae consigo el reflejo dorado de las olas… y la esperanza de que algún día, estas viajeras milenarias vuelvan a cruzar el Pacífico sin miedo a no regresar.

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