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Morena responde con arrogancia a críticas de MC: ¿triunfo democrático o soberbia disfrazada de transformación?

Veracruz,
a 3 de junio del 2025.- Con una mezcla de sorna, autosuficiencia y una clara falta de autocrítica, Esteban Ramírez Zepeta, presidente del Comité Ejecutivo Estatal de Morena en Veracruz, respondió a los cuestionamientos del dirigente nacional de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, sobre el proceso electoral en la entidad, minimizando las críticas y el descontento de la oposición con una frase que ha generado polémica: “Que se tome un té de tila y aguante los malos resultados”.

La declaración, más propia de una sobremesa que de un representante político serio, deja ver no solo la falta de disposición al diálogo democrático, sino un preocupante tono de triunfalismo que raya en la burla. En lugar de responder con argumentos sólidos ante las denuncias y señalamientos, el dirigente morenista optó por el desdén y la soberbia, como si el proceso electoral en Veracruz hubiera sido un ejercicio perfecto de civilidad, cuando en muchos puntos del estado se han reportado irregularidades, clientelismo y estructuras operativas cooptadas por el oficialismo.

Zepeta insiste en que “la gente votó en libertad” y que “los votos serán respetados por los tribunales”. Sin embargo, evade referirse directamente a las denuncias de uso indebido de recursos públicos, de presiones a funcionarios municipales y estatales, y del despliegue de operadores políticos en colonias populares, elementos que empañaron la narrativa de un proceso transparente.

Con tono moralista, el dirigente estatal de Morena pidió a los miembros de Movimiento Ciudadano contribuir a un “debate de altura” y fortalecer la confianza en las instituciones. Resulta paradójico que hable de confianza cuando su propio partido ha sido señalado por instrumentalizar programas sociales con fines electorales y por cerrar filas ante cualquier intento de fiscalización ciudadana o partidista.

A la par, hizo un llamado a la militancia de Morena a continuar con la movilización territorial para “construir el segundo piso de la transformación”. Sin embargo, ese llamado más bien parece un mensaje velado de que el aparato de Estado seguirá al servicio del movimiento, y no al revés, como debería ser en una democracia saludable.

Ramírez Zepeta también celebró el triunfo de Rosa María Hernández Espejo en la alcaldía del Puerto de Veracruz, calificándolo de “contundente” e “histórico”, destacando que por primera vez la Cuarta Transformación gobernará este emblemático municipio. Pero en lugar de un mensaje de reconciliación o unidad, Morena volvió a atribuirse la voluntad popular como un cheque en blanco, ignorando que buena parte del electorado lo hizo por hartazgo ante las alternativas y no por una convicción profunda en su proyecto.

En su narrativa triunfalista, ni una sola mención al abstencionismo, ni una reflexión sobre la baja participación en algunos distritos, ni autocrítica alguna sobre la forma en que se construyeron candidaturas o se impusieron decisiones desde las cúpulas partidistas.

Es claro que Morena logró avances significativos en esta elección, pero su dirigencia haría bien en recordar que el verdadero poder emana del pueblo, no del cargo. Cada voto es una responsabilidad, no un trofeo. Y ante las críticas —vengan de la oposición o de la sociedad civil— la respuesta debe ser institucional y reflexiva, no sarcástica ni despectiva.

Porque si Morena no corrige su rumbo y sustituye el diálogo por la arrogancia, la transformación prometida corre el riesgo de convertirse en una imposición maquillada de democracia. Y eso, ni Veracruz ni México se lo merecen.

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