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México reacciona tarde ante amenaza del gusano barrenador; las consecuencias ya se sienten en el sur del país

México,
a 21 de mayo del 2025.- Cuando el Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA) levantó la voz en julio de 2023, pocos imaginaron que esa alerta sanitaria se convertiría en una emergencia real para el campo mexicano. El enemigo era pequeño, pero letal: el Cochliomyia hominivorax, mejor conocido como gusano barrenador, una larva que devora tejidos vivos y pone en riesgo la vida del ganado.

A pesar de la advertencia, el gobierno de México tardó casi un año en tomar acciones reales. Mientras el OIRSA pedía a los países miembros —incluido México— fortalecer la vigilancia epidemiológica, controlar la movilización de animales y educar a productores, la amenaza crecía. Fue apenas el 24 de mayo de 2024 cuando el país puso en marcha el Plan Nacional de emergencia para contener el brote en el sur, justo en la frontera con Guatemala.

La plaga no esperó. Para entonces, los primeros brotes ya habían cruzado hacia Chiapas y Tabasco, obligando a México a suspender sus exportaciones de ganado en pie a Estados Unidos en dos periodos: del 20 de noviembre de 2024 al 13 de febrero de 2025, y desde el 9 de mayo, con fecha indefinida de reapertura.

El impacto económico no se hizo esperar. Decenas de productores ganaderos han visto frenada su principal fuente de ingresos, mientras que autoridades corren ahora para poner en marcha un plan que llegó tarde.

El documento firmado por la Comisión México–Estados Unidos para la Prevención de la Fiebre Aftosa y la Dirección General de Salud Animal (DGSA), ambas dependencias del Senasica, detalla una serie de estrategias: instalar puntos de inspección, realizar campañas de difusión y sanitización, e incluso ofrecer cursos en línea para identificar la plaga. Las acciones se han concentrado en zonas críticas como Tenosique, Palenque, Benemérito de las Américas y Catazajá, este último considerado el punto más sensible, al concentrar el 85% de las inspecciones ganaderas del país.

Se destinaron poco más de 27 millones de pesos del presupuesto federal para llevar a cabo esta estrategia, que incluye también la aplicación de insecticidas en embarques ganaderos y la instalación de baños sanitarios en puntos fronterizos clave.

Pero las cifras no logran esconder una realidad incómoda: México tardó. Las primeras inspecciones en campo se realizaron del 21 al 24 de febrero de 2024, cuando el avance de la plaga ya era inminente. Se actuó con un enfoque preventivo, pero la enfermedad ya se había abierto paso.

El Cochliomyia hominivorax no solo es una amenaza sanitaria; es un recordatorio de lo que ocurre cuando se minimizan las alertas internacionales. El país que un día fue reconocido por erradicar esta plaga, hoy vuelve a enfrentarla, con el riesgo de ver comprometido no solo su mercado de exportación, sino la sanidad de su hato ganadero.

El reto no es menor. Hoy las autoridades corren contra el tiempo y el ciclo biológico de un insecto que no perdona descuidos. Mientras tanto, los ganaderos del sur esperan que esta vez la respuesta no llegue demasiado tarde.

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