Peter Navarro: el ideólogo de las guerras comerciales, el falso experto y el preso que no se quiebra
Estados Unidos, a 12 de abril del 2025.- En el gran teatro político de Estados Unidos, donde los asesores se convierten en soldados de causas personales y las guerras comerciales se libran con argumentos manipulados y expertos imaginarios, Peter Navarro es un personaje que parece sacado de una novela distópica. Economista formado en Harvard, ideólogo de la guerra arancelaria contra China y recientemente exconvicto, Navarro es también uno de los últimos mohicanos del primer círculo de Donald Trump, ese club cerrado donde la lealtad se mide más que la coherencia.
Con libros de retórica incendiaria como "Death by China" y "The Coming China Wars", Navarro preparó durante años el terreno para un proteccionismo agresivo, marcado por acusaciones de manipulación monetaria y prácticas desleales por parte de Pekín. Pero más allá de sus tesis, lo que realmente lo marcó fue su trampa literaria: citar como fuente a un “experto” inventado, Ron Vara —un anagrama grotesco de su propio nombre—, revelación que lo dejó como un académico poco serio y bastante desesperado por autojustificarse.
Elon Musk, siempre dispuesto al combate verbal, lo puso en evidencia sin miramientos: “Navarro es realmente un imbécil. Lo que dice aquí es falso y es fácil de demostrar”, escribió tras ser acusado por el asesor de solo ensamblar autos con piezas asiáticas. Musk, no solo lo desmintió con cifras, sino que remató con ironía: “Navarro debería preguntarle a ese falso experto que se inventó, Ron Vara”.
Y es que, para muchos, Peter Navarro no es más que el eco de la rabia de Trump contra el mundo. Fue él quien empujó a Estados Unidos fuera del TLCAN para imponer el T-MEC; fue él quien convenció a su jefe de castigar con aranceles al acero, al aluminio y a todo lo que oliera a competencia extranjera. Y ahora, ya fuera de prisión por desacatar una citación del Congreso relacionada con el asalto al Capitolio, Navarro sigue en pie de guerra, afirmando que no lo quebraron y que tampoco lo harán con su líder, Donald Trump.
La heroicidad que presume Navarro raya en el delirio. Su paso por la cárcel fue consecuencia de un acto de desafío a la legalidad democrática, no de una conspiración ideológica. Pero en su narrativa, es una cruzada heroica. “¡Pero adivinen qué! No me quebraron”, dijo tras salir de prisión. Como si no hubiera violado una ley, sino enfrentado a un imperio del mal.
Desde su pasado como saxofonista frustrado en San Diego hasta su presente como mano derecha de un expresidente en campaña, Peter Navarro encarna el lado más turbio del nacionalismo económico, ese que prefiere el discurso populista al dato duro, la invención al debate honesto, el castigo al consenso.
Trump lo idolatra: “Pocos fueron más eficaces y tenaces que Peter para hacer cumplir mis dos reglas sagradas: compren estadounidense, contraten estadounidenses”. Y sí, tal vez Navarro es eficaz. Pero no como economista o como asesor, sino como operador del resentimiento político, como arquitecto de un proteccionismo de trinchera que no construye puentes, sino muros mentales y comerciales.
El problema no es Navarro. Es que aún haya espacio para figuras como él en la política de una potencia mundial. Un hombre que inventa fuentes, desafía al Congreso, se victimiza y aún es premiado con poder. Y eso, más que una anécdota pintoresca, es una señal preocupante de hacia dónde puede girar otra vez el timón en Washington.
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