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Las aguas del silencio: cuerpos sumergidos, historias que no emergen

Tamaulipas,
a 12 de abril del 2025.- El día 163 tras la desaparición de Julián, su hermana Gloria recibió una llamada que heló su sangre: la Fiscalía estatal le informaba que uno de los responsables había sido detenido y que confesó haber asesinado a su hermano por negarse a colaborar con el grupo criminal conocido como Los Rojos, una célula del extinto Cártel del Golfo.

El cuerpo de Julián, según esa misma confesión, fue introducido en un tambo con cemento y arrojado a la presa Marte R. Gómez. Veintidós días después, los restos fueron localizados. El cemento no impidió que el amor de una hermana lo reconociera por dos tatuajes en el brazo izquierdo.

Pero Julián no es el único. Es apenas una víctima más de una nueva modalidad de desaparición forzada: el ocultamiento en cuerpos de agua. Ríos, presas, lagunas y pozos están siendo usados como fosas clandestinas líquidas. Según cifras obtenidas por El Sol de México a partir de diversas fiscalías estatales, en la última década se han encontrado 5,112 restos humanos y 62 osamentas sumergidas en distintos afluentes del país.

La cifra es sólo una muestra del tamaño de la tragedia. "El agua también entierra", dice Ezequiel Ramírez, buzo profesional que ha participado en misiones de búsqueda subacuática en zonas controladas por el crimen. “Buscar ahí no es como excavar tierra con picos y palas; se necesita leer el agua, aprender a ver en la oscuridad total”, explica.

Cada tipo de cuerpo acuático es un desafío distinto. Una presa tiene sus reglas; un canal, sus trampas. La profundidad, la corriente, la flora acuática e incluso la presencia de piedras o basura dictan la estrategia. “Necesitamos trajes, luces, mapas, pero sobre todo voluntad”, lamenta Ramírez. “Es desolador ver cómo las esperanzas se hunden con las familias que buscan”.

Mientras tanto, la crisis de personas desaparecidas en México sigue intensificándose. El Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU anunció que abrirá una investigación formal ante lo que calificó como desapariciones “sistematizadas y generalizadas”.

Desde el gobierno, la presidenta electa Claudia Sheinbaum respondió el pasado miércoles durante su conferencia: “No hay desaparición forzada desde el Estado. Lo que enfrentamos es un fenómeno generado por la delincuencia organizada, y estamos actuando para prevenir, atender a las víctimas y combatir el delito”.

Pero las cifras cuentan otra historia: tan sólo en Chihuahua, se han encontrado 1,098 cuerpos en cuerpos de agua en los últimos diez años. Le siguen Tabasco con 1,053, Tamaulipas con 578 y Sinaloa con 505.

Las prácticas de los grupos criminales son cada vez más sofisticadas. Ezequiel Ramírez ha presenciado cómo cuerpos son sumergidos con piedras, amarrados con mallas ciclónicas o sellados en estructuras metálicas. “He escuchado testimonios de que los cuerpos son desmembrados para facilitar su hundimiento. Son técnicas pensadas para desaparecer por completo”, afirma.

Entre 2018 y 2024, 266 personas fueron halladas en afluentes. El 50 por ciento presentaba signos visibles de violencia. En muchos de estos casos, las heridas y mutilaciones son consistentes con el uso de armas blancas o de fuego. Pero no todos alcanzan a flotar para contarlo.

Julián fue uno de los pocos que volvieron, aunque en silencio. Su historia es el eco de muchas otras que aún duermen bajo el agua.

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