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La expedición secreta de la CIA en Oaxaca: cómo una flor mexicana fue parte de un experimento de control mental

Oaxaca,
a 12 de abril del 2025.- En plena Guerra Fría, mientras el mundo vivía con miedo a la bomba atómica y la expansión comunista, en los rincones montañosos de México se gestaba una misión secreta que parecía sacada de una novela de espías. Era 1952, y la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, la CIA, había puesto los ojos en plantas consideradas sagradas por los pueblos indígenas del sur mexicano. El objetivo: explorar sus capacidades psicoactivas para utilizarlas en experimentos de control mental.

Documentos desclasificados, revelados gracias a la Ley de Libertad de Información (FOIA, por sus siglas en inglés), muestran que como parte del llamado Proyecto ARTICHOKE (Alcachofa), la CIA financió con 2 mil dólares una expedición de entre 30 y 60 días a México y Centroamérica. El encargo era claro: investigar el uso ancestral de alucinógenos y recolectar especímenes con potencial narcótico y tóxico que pudieran usarse en experimentos secretos.

Una de las plantas que captó el interés de la inteligencia estadounidense fue el Piule, también conocida como Ipomoea violacea. Se trata de una enredadera cuyas semillas, utilizadas por pueblos como los chinantecos, mazatecos, mixtecos y zapotecos, poseen efectos psicoactivos y se emplean en rituales de diagnóstico, adivinación y sanación.

De acuerdo con el Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana de la UNAM, estas plantas han sido parte del entramado espiritual de las comunidades originarias oaxaqueñas desde tiempos ancestrales. Sin embargo, para la CIA, representaban una posible herramienta para reconfigurar la mente humana.

El informe desclasificado del 25 de noviembre de 1952 menciona que el agente enviado debía visitar regiones donde “tribus locales han usado y están usando estas plantas narcóticas”. También se señala que buscaría a un experto mexicano en botánica y sustancias tóxicas, colaborador potencial del proyecto.

La expedición formaba parte del entonces naciente programa de manipulación psicológica, que luego se conocería como Proyecto MK-Ultra. Antes de ese nombre siniestro, existieron otras operaciones como BLUEBIRD y ARTICHOKE, cuyos métodos incluían el uso de drogas, hipnosis, aislamiento y privación sensorial. En muchos casos, los experimentos se realizaron sin consentimiento de las personas involucradas.

“La investigación ha demostrado recientemente que estas plantas tienen fuertes propiedades narcóticas-tóxicas que son de gran interés para ARTICHOKE”, se lee en el memorándum que también detalla que ya se habían recopilado treinta especies locales de interés y que el agente estaba “analizándolas activamente” en busca de efectos útiles para el programa.

Aunque la mayoría de los archivos relacionados con MK-Ultra fueron destruidos por órdenes internas de la CIA en 1973, documentos como este revelan hasta dónde estuvo dispuesto a llegar el gobierno estadounidense en su búsqueda por dominar la mente humana, incluso si eso implicaba intervenir en los saberes tradicionales de los pueblos indígenas.

Para algunos académicos y activistas, la incursión de la CIA en territorios indígenas bajo el pretexto de la investigación representa una forma más de extractivismo cultural. Lo que para las comunidades era medicina y espiritualidad, para la Agencia era material de laboratorio.

Setenta años después, la historia del Piule y el Proyecto Alcachofa recuerda que las fronteras entre ciencia, ética y poder pueden ser difusas. Y que las flores que crecen en las montañas de Oaxaca han sido observadas no solo por curanderos y poetas, sino también por espías.

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