Cofre de Leyendas / El callejón de los enamorados
Zacatecas, a 4 de febrero del 2025.- En el encantador municipio de San Miguel el Alto, en el estado de Jalisco, en el occidente de México, donde el viento susurra historias antiguas y las tradiciones danzan al ritmo de la vida, se encuentra un callejón que guarda una de las leyendas más tristes y hermosas de la región: la historia de Rosa y Roberto, dos jóvenes cuyos corazones estaban destinados a latir juntos, pero que el destino decidió separar.
Era un domingo radiante cuando Rosa, la hija del hacendado, cruzó por primera vez miradas con Roberto. Ella, con su piel morena y cabello castaño que brillaba con los rayos del sol, era la belleza personificada. Sus ojos de un profundo color café reflejaban la luz del amor que comenzaba a nacer en su corazón. Él, en cambio, era un joven de humildes orígenes, alto y fuerte, con la nobleza en su mirada negra, que se iluminaba cada vez que veía a la muchacha de sus sueños.
Aquel día, el azar los unió de manera fortuita y mágica. Un choque inesperado dejó caer una carta en el bolso de Rosa, y así comenzó un intercambio clandestino de palabras cargadas de amor y anhelos. Cada domingo, mientras otros asistían a misa, ellos compartían las emociones más profundas de sus corazones, sin atreverse a cruzar las barreras que sus distintas clases sociales habían impuesto.
Los encuentros en el callejón se volvieron su refugio secreto, un lugar donde podían ser libres, lejos de las miradas desaprobadoras del mundo que los rodeaba. Sin embargo, la felicidad no duraría mucho tiempo. La madre de Rosa, al descubrir las cartas, sintió que la amenaza de un amor prohibido se cernía sobre su familia. Así, en un arranque de desesperación, decidió que el joven debía ser silenciado para siempre.
El destino, cruel y despiadado, segó la vida de Roberto antes de que pudiera despedirse de su amada. Confundida y herida, Rosa continuó acudiendo al callejón, creyendo que su amor se había desvanecido. Pero con cada día que pasaba, su espíritu se debilitaba; la tristeza se apoderó de ella y pronto la vida se convirtió en un lecho de espinas. Su alma, desgastada por la pérdida, se extinguió como una estrella que se apaga en el vasto cielo.
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Hoy en día, aquellos que tienen el valor de caminar por el callejón de los enamorados pueden sentir una suave brisa que acaricia su rostro. Dicen que es el susurro de Rosa, quien todavía busca a su amado. Las sombras del pasado se entrelazan con la luz del presente, dejando una huella imborrable en quienes pasan por aquel lugar sagrado. La silueta de una joven de cabello castaño aparece fugazmente, como un eco de amor que nunca muere, recordando a todos que el verdadero amor trasciende incluso los muros más infranqueables.
San Miguel el Alto guarda en su corazón esta leyenda, un recordatorio de que el amor verdadero es eterno, aunque el tiempo y las circunstancias intenten separarlo. Y así, en cada rincón del pueblo, se susurra el nombre de Rosa y Roberto, cuya historia perdurará por generaciones, envolviendo a todos en su manto de romance y melancolía.
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