El artista mexicano Miguel G. Counahan expone naturaleza escultórica
México, a 23 de octubre del 2024.- Miguel G. Counahan (Ciudad de México, 1976) creció viendo al material tomar forma: su padre y su abuelo dedicaban la vida a la escultura mientras él aprendía en el taller. Arquitecto de formación, acercarse a la escultura fue casi natural hasta que estudió Artes Plásticas en “La Esmeralda” y su interés se movió hacía los medios gráficos. Pero la escultura jamás se fue del todo.
Counahan se decantó por la imagen y fundó un taller dedicado a los procedimientos gráficos y a la investigación y recuperación de técnicas fotográficas antiguas; pero su método, dice, está muy ligado con lo que veía desde chico:
“Elijo la fotografía, pero no me puedo alejar del taller, yo crecí en un taller de escultor, con mi papá y mi abuelo; al final trabajo la fotografía a manera de taller, podría decirse que a manera de escultor”.
Hasta el 24 de noviembre, el artista mexicano expone “Toda piedra es montaña en potencia”, curada por Edgar Alejandro Hernández en el Museo de la Ciudad de Querétaro, donde reúne más de 25 piezas que integran todos esos saberes y el gusto por el paisaje. Se trata de heliograbados, fotoserigrafías y placas de cobre que funcionan a la manera de esculturas, atendiendo formas del paisaje en la naturaleza, que acaban por definirse con el tratamiento que reciben en el taller.
“Mi trabajo es realmente con placas de cobre, es utilizar las manos y es igual que la escultura, pues también el heliograbado, la gráfica, es un oficio y es un oficio raro, porque en este caso traslado las imágenes fotográficas a este medio, a este oficio”, cuenta.
La frontera con la escultura en el trabajo de Counahan, sin embargo, no se limita a la técnica. Sus imágenes revelan formas que la naturaleza crea y que va descubriendo en salidas a escenarios montañosos, durante los últimos dos años.
“Mi trabajo aborda el paisaje alejado de concepciones tradicionales, trato de evitar líneas de horizontes, los primeros planos, y busco retratar las formas del paisaje, las piedras como esculturas, como formas y, sobre todo, con todo este tiempo acumulado que tienen, como si fueran esculturas que nunca dejan de tallarse, de pulirse por la naturaleza, por el tiempo”.
Se trata de encuentros en escenarios volcánicos de México, a los que empezó a acudir hace diez años y donde también fue registrando cambios:
“Me interesa mucho esas transformaciones que traslado justamente al momento de trabajar en el taller; voy transformando estas imágenes, un poco de la misma forma que el paisaje se va transformando, con sutiles cambios. Todo mi trabajo es a partir de fotografía análoga y técnicas antiguas, lo que implica que sean procesos bastante largos, manuales, en el que no hay un control total como lo puede haber con las técnicas digitales”.
Desde que el artista toma la foto, el proceso será largo y la primera imagen jamás termina siendo la misma. “Me gusta pensar que la imagen se va transformando como el paisaje mismo y terminar con imágenes que pueden ser muy gráficas, y que bien puedo exponer como impresiones o bien la plancha misma de cobre a manera de escultura. Me interesa mucho la relación del paisaje con todos estos procesos que llevo en el taller y que son muy largos”, y que, por tanto, también implican incertidumbre sobre el resultado.
“La imagen tiene un origen totalmente fotográfico, pero al momento de trasladarla a una placa de cobre e imprimirla como una gráfica tradicional, adquiere un lenguaje totalmente gráfico. Vemos, por ejemplo, más texturas, podemos perder en algunos casos definición, nitidez, pero al mismo tiempo ganamos una gran gama tonal, atmósfera y sobre todo, al final, tras imprimir en papeles de algodón se ve un proceso totalmente manual con muchas sutilezas, que cuando uno las ve en vivo son imágenes que se pueden confundir con dibujos, con mucho volumen, con mucha profundidad”, explica.
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