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“Tú lo has dicho. Soy Rey”

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
“LECTIO DIVINA”
LECTIO ¿QUÉ DICE EL SEÑOR?
Texto: Jn 18, 33-37
Papantla, Ver., a 21 de noviembre del 2021.- En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.

Pilato le dijo: “¿Conque tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.
Notas para entender mejor lo que dice el texto:
1. Pilato pregunta a Jesús si él es el rey de los judíos.
2. Jesús no responde inmediatamente, pero luego dice: “Mi Reino no es de ese mundo… mi Reino no es de aquí”.
3. Finalmente, Jesús afirma categóricamente: “Tú lo has dicho. Soy Rey”.
4. Jesús dice que ha venido al mundo para ser testigo de la verdad. Estas palabras indican que su reino es un reino de verdad, de justicia, de bondad, de santidad y de vida.

MEDITATIO ¿QUÉ NOS DICE EL SEÑOR?
En este domingo celebramos la Solemnidad de Jesucristo Rey del universo. Con esta fiesta llegamos al último domingo del tiempo ordinario y al primer día de la última semana del año litúrgico. Esto nos permite experimentar en la fe nuestro caminar al encuentro de Dios. Dios es el fin de todas las cosas, él es la plenitud de nuestras esperanzas, él es el gozo que enjuga todas las lágrimas derramadas en nuestras luchas diarias.
Ya desde el antiguo testamento se nos hablaba del reino de Dios. Dios no hizo el mundo y lo dejó a su suerte, sino que lo cuida y lo conserva para que llegue a su fin. Dios es el principio y el fin. En este sentido se puede hablar de un reinado de Dios en la Historia de Israel y que continua en el tiempo de Cristo. En este sentido, el ángel Gabriel le dijo a la Santísima Virgen María que el Señor Dios le daría el trono de David, su padre y reinaría sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendría fin (cfr. Lc 1, 32-33). Es decir que se trataba de un reino que comenzaba en este mundo pero que llegaba hasta la vida eterna.
En el evangelio de hoy comienza un diálogo entre Pilato y Jesús con la pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Antes de responder afirmativamente Jesús dice: “Mi Reino no es de este mundo”. Con estas palabras Jesús insiste en el origen divino de su reino y en su naturaleza distinta a los reinos de este mundo. Ciertamente, aunque ya está en este mundo, su reino no es como los reinos de este mundo. En concreto, su reino no consistirá en la restauración temporal de la dinastía davídica, a la cual aspiraban muchos, incluidos sus discípulos; tampoco se trata de un reinado al estilo del emperador romano. Jesús no viene para crear un reino más, sino el único que no necesita de poder, armas o riquezas, sino el poder del amor, el poder de la entrega por los demás.
En el Apocalipsis Jesucristo aparece como el: “Soberano de los reyes de la tierra”, el que con su muerte en la cruz: “Ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre”. ¿En qué consiste este reino? Lo explica Jesús con una palabra ante Pilato: “Mi Reino no es de aquí”. Cuando Jesús dice que su reino no es de aquí, no quiere decir que no se viva aquí. En realidad, el reino de Jesús comienza aquí, por eso dice él: “Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad”, es decir que sí es rey, pero de un reino espiritual del cual él es el “Testigo fiel”, como dice el Apocalipsis, o el “Testigo de la verdad” como le dice Jesús a Pilato en este evangelio.
Así pues, el reino de Jesús no es de aquí, pero sí se vive aquí en aquellos que, como miembros de la Iglesia, que es germen y principio del reino (cfr. LG No 5), aceptan a Jesús en su vida y tratan de que ese reino de Dios esté más presente en nuestro mundo. En ellos, el reino de Dios comienza a germinar como la semilla de mostaza que es la más pequeña de las semillas, pero cuando germina y crece se convierte en un arbusto grande (cfr. Mc 4, 31). Orígenes, un sacerdote de los primeros tiempos de la Iglesia, decía que cuando en la oración: “Pedimos que venga el reino de Dios lo que pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se vaya perfeccionando”.
Siguiendo el diálogo, Pilato le dice a Jesús: “Con que tú eres rey. Jesús le contestó: Tú lo has dicho. Soy Rey”. Con esta respuesta ya no hay lugar a dudas, pero Jesús explica la naturaleza de su reino: “Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad”, es lo mismo que decir yo he venido al mundo para ser rey, de un reino de verdad, de amor y de libertad, es decir de un reino que libera de la mentira, del odio y de las ataduras que esclavizan y matan la alegría y la esperanza de vivir. El mundo está lleno de injusticias y de mentiras, pero Jesús es la verdad (cfr. Jn 14 6), por eso dice: “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 31-32).
Jesús es rey de universo, pero ¿de qué sirve que sea el rey del universo si no es el rey en nuestros corazones? Es verdad que, en Dios, todos los seres humanos vivimos nos movemos y existimos, pero ¿cómo nos movemos y cómo existimos? ¿creemos en él y en su misericordia? ¿estamos en comunión con Dios y con nuestros hermanos? Es en este sentido donde Dios quiere reinar en el mundo a través de los que creen en él y son parte de él.
Así pues, para que seamos parte del reino de Jesús hay que ser sus discípulos, hay que escuchar su voz: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz”, decía él. Así pues, la escucha de Jesús lleva a la verdad y ésta a la libertad. En quienes viven esto, se puede decir que en ellos está presente el reino de Cristo o, dicho de otro modo, que en ellos reina Cristo, que Cristo es su rey. Esto nos hace recordar que la fiesta de Cristo Rey fue instituida por el Papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925, cuando muchos de nuestros hermanos, viviendo en la verdad y con plena libertad, defendían la fe y morían por ella al grito de: “Viva Cristo Rey”. El reino de Dios es un reinado que comienza en la historia y en el tiempo, pero trasciende a la eternidad por la resurrección de Cristo y la vida eterna otorgada a los que creen en él.
En el prefacio de la Misa de hoy damos gracias al Padre porque consagró sacerdote eterno y rey del universo a su Hijo Jesucristo para que ofreciéndose a sí mismo en el altar de la cruz consumara el misterio de la redención humana y sometiendo a su poder la creación entera, entregara a su majestad infinita un Reino eterno y universal: Reino de la verdad y de la vida, Reino de la santidad y de la gracia, Reino de la justicia, del amor y de la paz. Este es el reino que queremos que se haga más presente en este mundo. Este es el reino con el que estamos comprometidos. ¡El Reino es Cristo mismo! Decía san Cipriano que: “Así como Cristo es la resurrección porque en él resucitamos, así él es el Reino porque en él reinamos”.

ORATIO ¿QUÉ LE DECIMOS AL SEÑOR?
Señor Dios todo poderoso, te damos gracias porque nos concedes estar llegando al final del año litúrgico. Aunque llevamos ya dos años de pandemia reconocemos tu soberanía en el tiempo y en la historia que nos ha tocado vivir. Sabemos que tú todo lo gobiernas y quieres reinar en todo tiempo en nuestros corazones. Concédenos tu gracia para que así sea.
Señor Dios todo poderoso, te damos gracias porque tu Hijo único nos ha revelado el designio de tu amor y ha sembrado en nosotros, con su palabra evangélica, la semilla de tu reino, semilla que germina y crece en todos aquellos que lo aceptan como su Señor y su Dios y se convierten en súbditos suyos permitiendo que reine en su vida, en su familia y en su trabajo.
Señor Dios todopoderoso, sabemos que tu Reino es de origen divino, pero ya está presente en nuestro mundo como germen y principio, pero todavía no ha llegado a su plenitud. Concédenos que tu reino se haga más presente en nuestro mundo como un reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz.

OPERATIO ¿QUÉ NOS PIDE EL SEÑOR?
El Señor Dios gobierna cielo y tierra; pero, aunque quiere reinar en nuestro corazón, respeta nuestra libertad y nos pide que aceptemos su soberanía en nuestra vida. El Señor quiere reinar en nuestro corazón y quiere que desde nuestro corazón se extienda su reino hacia aquellos que no lo conocen para que creen en él y su reino llegue a todos los rincones de la tierra.
El Reino de Dios ya está presente en este mundo, pero todavía no llega a su plenitud. El Señor nos pide que sigamos orando para que su reino venga a nosotros, pero que también nos comprometamos para que, por medio de nosotros, sobre todo con el testimonio de nuestra vida, se haga más presente en las realidades temporales de nuestro diario vivir.
Jesús dijo a Pilato que su reino no es de este mundo. En efecto, Jesús es el Rey del universo y del cielo y de la tierra, pero quiere reinar en nuestro corazón, en nuestra casa y en nuestra Patria. Para ello nos pide buscar la santidad viviendo en la verdad, en la justicia, en la paz y en caridad fraterna con todos nuestros hermanos, especialmente los más necesitados.
+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla

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