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Bloqueo indígena irrumpe en la COP30: Munduruku exigen ser escuchados ante crisis climática y territorial

La protesta paralizó por horas el acceso principal al recinto climático en Belém
Brasil, a 14 de noviembre de 2025.- En una acción inesperada pero profundamente simbólica, decenas de manifestantes del pueblo indígena Munduruku bloquearon la entrada principal de la COP30 en Belém, Brasil, reclamando diálogo directo con el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y denunciando las insuficientes políticas para proteger sus territorios. El episodio evidenció el contraste entre los discursos internacionales sobre inclusión y la realidad persistente de exclusión. Paralelamente, Brasil y la OMS anunciaron un plan global para fortalecer los sistemas de salud ante el avance de la crisis climática.

Una irrupción desde la Amazonía: la protesta que frenó a la COP30

A primera hora del viernes, la COP30 experimentó un choque frontal entre el protocolo diplomático y la urgencia de los pueblos originarios.
Alrededor de 50 integrantes del pueblo Munduruku, procedentes de la cuenca del Amazonas, bloquearon el acceso principal del recinto, impidiendo el paso durante varias horas.

El bloqueo no fue violento, pero sí profundamente simbólico:
Mujeres con bebés en brazos.
Hombres sosteniendo arcos y flechas.
Coros rituales que resonaban sobre la explanada.
Pancartas que advertían: “El territorio indígena Munduruku es sagrado. Basta de invasión y falta de respeto” y “No al turismo depredador en el territorio del pueblo Munduruku”.

La manifestación, apoyada por organizaciones ecologistas, buscó presionar a las autoridades para abrir un diálogo directo con el presidente de Brasil.

Tensiones entre el discurso oficial y la realidad indígena

El presidente de la COP30, André Corrêado Lago, acudió para dialogar con los manifestantes. Conversó cerca de una hora, en un intento por desactivar el bloqueo y escuchar las demandas.

La protesta se produjo un día después de que Simon Stiell, secretario de ONU Cambio Climático, reconociera públicamente que las promesas de incluir a los pueblos originarios en las negociaciones internacionales “no se han traducido en experiencias reales”.

Esa brecha entre gesto diplomático y aplicación concreta fue el combustible de la protesta.

Emiliano Medina, representante indígena de Chile, lo resumió con dureza:

“El avance específicamente en cuanto a los pueblos indígenas todavía sigue siendo lento, todavía sigue siendo escaso”.

Para los Munduruku, los compromisos climáticos internacionales se vuelven vacíos si no protegen el territorio del que dependen sus vidas.

Turismo depredador, invasiones y omisiones: la queja central

Los manifestantes denunciaron tres problemas principales:
Invasión de territorios indígenas, incluyendo presencia ilegal de actividades extractivas.
Falta de respeto a los mecanismos de consulta previa, libre e informada.
Creciente presión del turismo desregulado, que según ellos vulnera espacios sagrados y altera ecosistemas frágiles.

La protesta funcionó como una advertencia: la Amazonía no es un escenario, sino un territorio vivo cuya defensa no admite dilaciones.

En paralelo: Brasil y la OMS lanzan un plan sanitario frente a la crisis climática

Mientras las protestas ocupaban los accesos, otra noticia significativa emergió dentro de la COP30:
Brasil y la Organización Mundial de la Salud anunciaron la primera iniciativa global de adaptación climática centrada exclusivamente en la salud.

El Plan de Acción de Belém para la Salud propone medidas concretas para fortalecer los sistemas sanitarios ante:
Olas de calor extremas.
Huracanes.
Enfermedades transmitidas por mosquitos, cada vez más frecuentes por el calentamiento global.

La OMS celebró un aporte de 300 millones de dólares de un grupo de filántropos para impulsar el plan.

Elena Villalobos, representante de la OMS, puntualizó:

“Solo un 0,5% de los fondos globales para cambio climático se destinan a salud. Estamos trabajando para que los sistemas sanitarios puedan acceder a estos recursos”.

La COP30 ante un espejo incómodo

El bloqueo de los Munduruku expuso una contradicción profunda:
la conferencia climática más relevante del año se vio paralizada por quienes más sufren las consecuencias del deterioro ambiental, pero menos participan en la toma de decisiones.

La protesta obligó al foro internacional a mirarse en un espejo incómodo:
¿pueden existir soluciones climáticas reales sin escuchar a quienes custodian los territorios más biodiversos del planeta?

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