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Masacre en Sudán: crímenes de guerra ante la indiferencia internacional

Sudán,
a 14 de julio de 2025.- La violencia en Sudán alcanzó un nuevo punto de inflexión con la masacre perpetrada presuntamente por el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) en la aldea de Wad Hamid, estado de Kordofán Norte, donde al menos 46 civiles fueron asesinados y otros 37 resultaron heridos en un ataque que diversas organizaciones califican ya como crimen de guerra.

La Red de Médicos de Sudán confirmó los hechos este lunes, señalando que los cuerpos fueron enterrados en fosas comunes por los propios pobladores ante la ausencia total del Estado. Entre las víctimas figuran cinco mujeres, reflejo del impacto indiscriminado de la violencia armada sobre la población civil.

La Asociación de Abogados de Emergencia, que monitorea las violaciones en el marco del conflicto sudanés, fue contundente: las FAR no solo dispararon armamento pesado, sino que saquearon la aldea, consolidando un patrón de ataques contra comunidades bajo su control. Según la organización, el hecho de que no haya presencia de fuerzas militares o policiales gubernamentales en la región responsabiliza directamente a los paramilitares.

Este ataque no es un caso aislado, sino parte de una espiral creciente de violencia impune. Solo 48 horas antes, la aldea de Shaq al Naum, también en Kordofán Norte, fue escenario de otro baño de sangre. La Coordinación de los Comités de Resistencia en la región ha denunciado la sistemática ejecución de civiles como instrumento de control territorial y terror.

La Red de Médicos de Sudán ha denunciado reiteradamente un patrón de masacres, saqueos y desplazamientos forzados ejecutados por las FAR desde el inicio del conflicto armado el 15 de abril de 2023, cuando fracasaron las negociaciones para integrar a los paramilitares en el Ejército regular. Desde entonces, la guerra ha sumido al país en una crisis humanitaria sin precedentes, que la ONU califica como la más grave del planeta.

A pesar de la gravedad de los hechos, la comunidad internacional ha mantenido una postura tibia y lenta, limitada a llamados diplomáticos sin acciones efectivas. Mientras los organismos humanitarios claman por un alto al fuego y asistencia a las víctimas, los crímenes continúan ocurriendo en total impunidad.

Sudán es hoy escenario de una tragedia en cámara lenta, donde los mecanismos internacionales de protección civil parecen inoperantes ante la magnitud de las atrocidades. La ausencia de medidas firmes —como sanciones específicas, corredores humanitarios, o un proceso real de rendición de cuentas— refleja un fracaso ético global frente al genocidio silencioso que se desarrolla en África oriental.

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