Muere Pepe Mujica, el presidente más austero del mundo y símbolo de la izquierda latinoamericana
Uruguay, a 13 de mayo del 2025.- José Alberto Mujica Cordano, mejor conocido como Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, exguerrillero, prisionero político, y referente moral para millones en América Latina y el mundo, falleció este martes a los 89 años de edad, tras una larga batalla contra el cáncer de esófago.
La noticia fue confirmada por el actual presidente uruguayo Yamandú Orsi, quien expresó a través de sus redes sociales:
“Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo”.
El 29 de abril de 2024, Mujica reveló públicamente que padecía un tumor en el esófago, una condición agravada por una enfermedad inmunológica que lo acompañó durante más de dos décadas. Sin dramatismos, y con la entereza que lo caracterizaba, enfrentó la enfermedad con palabras sencillas pero contundentes.
Para enero de 2025, anunció que el cáncer ya se había extendido al hígado, y con voz serena pidió a los medios respeto:
“No me pidan más entrevistas ni nada. Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. Y el guerrero tiene derecho a su descanso”.
Pepe Mujica nació el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, en el seno de una familia trabajadora. Agricultor de profesión y amante de la tierra, desde joven se involucró en la lucha social a través del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, un grupo guerrillero urbano que enfrentó a la dictadura militar en Uruguay durante las décadas de 1970 y 1980.
Su activismo lo llevó a ser encarcelado en cuatro ocasiones, sumando más de 14 años de prisión, gran parte de ellos en condiciones inhumanas: en aislamiento, en celdas subterráneas y soportando tortura psicológica. Escapó dos veces, una de ellas cavando un túnel, como si su vida estuviera escrita para el cine.
Tras recuperar su libertad con la amnistía de 1985, se integró al sistema democrático, convirtiéndose en senador y más adelante en presidente del país para el periodo 2010-2015, bajo el partido Frente Amplio, desde donde marcó un antes y un después en la historia política uruguaya.
Durante su mandato, Mujica rompió con todos los moldes del poder tradicional. Rechazó vivir en la residencia presidencial y continuó habitando su modesta chacra a las afueras de Montevideo, acompañado de su esposa, la senadora Lucía Topolansky, y su inseparable perro de tres patas. Donó el 90% de su salario como presidente a causas sociales y viajaba en un viejo Volkswagen Escarabajo celeste, símbolo de su estilo de vida austero.
“No soy pobre, soy sobrio. Liviano de equipaje. Vivo con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”, solía decir, dejando una lección de desapego y congruencia política pocas veces vista.
Durante su presidencia, Pepe Mujica impulsó reformas que hicieron historia: la legalización del matrimonio igualitario, el aborto y un revolucionario programa estatal para la producción y venta de marihuana, con el objetivo de quitarle terreno al narcotráfico.
“No es bonito legalizar la marihuana, pero peor es regalar gente al narco”, dijo entonces, ganándose titulares en todo el mundo.
Su discurso ante la ONU en 2013, donde habló sobre los excesos del consumismo, la desigualdad y la urgencia de un nuevo humanismo, le dio proyección global y lo convirtió en un referente ético más allá de ideologías.
Pepe Mujica fue mucho más que un político: fue símbolo de resistencia, coherencia y humanidad. En un mundo marcado por líderes cada vez más alejados de la realidad de sus pueblos, Mujica encarnó lo contrario: la política al servicio del otro.
Líderes y figuras de todo el continente han comenzado a expresar su pesar por la partida del uruguayo más querido y más universal. En Uruguay, se ha decretado duelo nacional y se preparan homenajes oficiales, aunque muchos ya saben que el mayor tributo será seguir su ejemplo.
Hoy América Latina despide a un hombre que eligió vivir con lo justo para darlo todo. Descansa en paz, Pepe. El guerrero se va, pero su semilla queda.
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