Palmas tejidas, fe y tradición: la familia Benítez mantiene viva una costumbre de más de dos décadas en Misantla
Misantla, Ver., a 10 de abril del 2025.- En plena temporada de Semana Santa, el rostro de don Marcelino Benítez Jiménez se asoma con serenidad y orgullo entre los puestos artesanales instalados en el corazón de Misantla, viene desde el estado de Puebla, como lo ha hecho año con año, para ofrecer lo que su familia ha tejido con manos sabias y corazón devoto: palmas reales en figuras artesanales, listas para ser bendecidas en el Domingo de Ramos.
Desde hace más de 22 años, su padre, don Macedonio Benítez, fue uno de los primeros en traer este tipo de artesanías al municipio, hoy, con la edad ya encima, don Macedonio sigue presente, no sólo en la técnica que heredó a sus hijos, sino también físicamente, regresando año tras año con el apoyo de su familia.
“Yo solo vengo a ayudarle a mi papá,” relata Marcelino, mientras acomoda con cuidado las palmas tejidas: “Él ya no puede con todo esto solo, pero alguien tiene que seguir con la tradición, aquí estamos, como cada año.”
Las palmas tejidas que ofrecen varían en tamaño y precio: las pequeñas a 20 pesos, las grandes a 30, conservando los mismos costos que el año anterior, a pesar de los desafíos económicos y los gastos del viaje: “Tenemos que sacar para los viáticos, hospedaje, comida… pero no nos quejamos, sí sale para sostenernos”, comenta con sinceridad.
Más que una venta, su estancia en Misantla es un ritual familiar: “Si no venimos a Misantla, es como si no hiciéramos nada”, confiesa entre risas, para ellos, la tradición va más allá de lo religioso: es también un reencuentro con el paisaje, con la comida local, con la gente que ya los conoce, que los espera y los busca año con año.
Aunque son los adultos quienes más solicitan las palmas, también hay jóvenes interesados. “Los que inculcan esta tradición son los padres, los niños vienen, miran, preguntan, hay jóvenes que sí compran, pero los adultos son quienes conservan el hábito de cada Domingo de Ramos.”
En tiempos donde muchas costumbres se pierden entre las prisas y la modernidad, la familia Benítez ofrece más que productos: entrega un pedazo de su historia, de su fe y de su trabajo artesanal, que se ha tejido generación tras generación, y así, con cada palma, renuevan su compromiso con una tradición que sigue floreciendo al ritmo del calendario litúrgico y del cariño por Misantla.
“Este lugar es muy bonito”, dice Marcelino, mirando al horizonte, “la comida, la gente, el río… todo nos hace regresar, y mientras Dios nos dé vida, aquí estaremos, tejiendo palmas y recuerdos.”
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