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“Alito” regresa a Veracruz y le da la bendición a 212 aspirantes del PRI: entre discursos vacíos y el olvido del desprecio a la ciudadanía

Xalapa, Ver.,
a 13 de abril del 2025.- En un evento cargado de formalismo partidista, el líder nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Alejandro Moreno Cárdenas, mejor conocido como “Alito”, este sábado, arribó a Veracruz para tomar protesta a los 212 aspirantes que buscan contender por las alcaldías del estado. Acompañado de la cúpula tricolor, se presentó como el guía de un partido que intenta —una vez más— lavarse la cara sin reconocer su profunda desconexión con la sociedad.

Junto a él, Carolina Viggiano Austria, secretaria general del PRI; Adolfo Ramírez Arana, dirigente estatal, y Lorena Piñón Rivera, diputada federal, se tomaron la foto del día, como si la ceremonia en Xalapa marcara el inicio de una nueva era para el priismo en Veracruz. Pero más allá del protocolo, la escena fue una reproducción casi cínica del reciclaje político que el tricolor sigue aplicando en un estado golpeado por la corrupción, la impunidad y la desconfianza institucional.

Un partido que insiste en no escuchar

Lo que debió ser una plataforma para mostrar compromisos reales con la ciudadanía, se convirtió en una pasarela de nombres que, en su mayoría, representan más de lo mismo. En ningún momento del evento se habló de propuestas claras para erradicar la inseguridad, impulsar la justicia social o enfrentar el abandono de comunidades. En cambio, todo giró en torno a las “estructuras”, a las “bases”, a la “unidad” del partido, como si eso bastara para devolverle legitimidad a un PRI que durante décadas hizo de Veracruz su laboratorio de abusos políticos.

La presencia de “Alito” no fue bien vista por muchos, dentro y fuera del PRI. Su historial de declaraciones ofensivas, escándalos de grabaciones filtradas y desprecio abierto por sectores críticos de la sociedad, lo convierten en uno de los rostros más desacreditados de la política nacional. Aun así, regresa a la escena veracruzana con aires de salvador, sin autocrítica ni responsabilidad por el daño que ha hecho al prestigio del tricolor.

Veracruz no olvida

Es importante recordar que el estado de Veracruz no es un terreno fácil para hacer política. La población veracruzana no olvida los saqueos, las promesas rotas ni las alianzas con intereses oscuros. Y mucho menos olvida cuando líderes partidistas priorizan el poder por encima de la justicia, cuando protegen a corruptos o cuando pisotean los derechos ciudadanos.

“Alito”, cuyo nombre ha sido asociado a frases tan infames como la que sugiere que “a los periodistas no hay que matarlos a balazos, sino de hambre”, no ha pedido perdón. Tampoco ha hecho algo concreto por reparar los daños. Su presencia en Veracruz no es símbolo de renovación, sino el recordatorio vivo del cinismo que aún impera en ciertos sectores de la política mexicana.

212 aspirantes, 212 oportunidades desperdiciadas… ¿o no?

El próximo 14 de abril, el Organismo Público Local Electoral (OPLE) aprobará formalmente las listas de candidaturas a las 212 alcaldías de Veracruz. Pero la ciudadanía veracruzana no necesita más nombres ni más discursos de cartón: necesita acciones concretas, transparencia y dignidad política.

Si estos 212 aspirantes realmente desean ganarse la confianza de su pueblo, tendrán que desmarcarse del oportunismo que hoy los rodea, del tutelaje de una dirigencia nacional en crisis moral, y del abandono que históricamente ha caracterizado a muchos de los gobiernos municipales del PRI.

El reto está planteado

Que no se equivoquen: el voto veracruzano no es ingenuo. Está cansado, sí, pero también está alerta. Si el PRI quiere volver a ser opción real, deberá dejar de aplaudir a quienes lo hundieron y comenzar a pedir cuentas. De lo contrario, estos 212 candidatos serán sólo un nuevo capítulo en la decadencia de un partido que alguna vez fue poder absoluto, y que hoy solo sobrevive gracias al olvido selectivo y al clientelismo disfrazado de estructura.

Porque en Veracruz, el PRI no está en campaña: está a prueba. Y el pueblo lo sabe.

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