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"Antichapulines": ¿Reforma necesaria o estrategia política?

Veracruz,
a 7 de marzo del 2025.- La iniciativa de ley “antichapulines”, impulsada en el Congreso de la Unión por la diputada federal priista Abigaíl Arredondo Ramos, ha encendido el debate político en el país. Su objetivo es claro: evitar que legisladores plurinominales salten de un partido a otro, garantizando que los espacios de representación pertenezcan a los partidos y no a los individuos. En Veracruz, la diputada local Ana Rosa Valdés ha expresado su respaldo a esta reforma y anunció que presentará una propuesta similar en el Congreso estatal.

El fenómeno del “chapulineo” no es nuevo, pero ha cobrado relevancia con casos recientes como el del senador Miguel Ángel Yunes Márquez, quien llegó a la Cámara Alta gracias a la alianza PRI-PAN y luego se sumó a Morena. Este tipo de prácticas han sido criticadas por su oportunismo político y por vulnerar la confianza del electorado, que ve cómo sus representantes cambian de bando según sus intereses personales.
¿Legislación contra la traición o jugada del PRI?

Si bien la propuesta parece legítima en su intención de frenar la simulación política, también es innegable que responde a un interés particular del PRI, que ha sido uno de los partidos más afectados por las deserciones de sus legisladores. Ana Rosa Valdés lo expone con claridad: “El PRI ha vivido en Veracruz que llegan por el voto del partido que los designa y cuando les conviene se van a otro partido.”

El discurso del PRI se centra en la lealtad partidista, pero ¿qué tanto es un intento genuino por fortalecer la democracia y qué tanto es una estrategia para proteger sus propias filas ante la debacle que ha sufrido en los últimos años? Los partidos políticos buscan preservar su fuerza en los congresos, pero lo cierto es que esta iniciativa también podría convertirse en un candado que limite la libertad de los legisladores para actuar conforme a sus convicciones.
Reformas de fondo vs. medidas superficiales

El problema de fondo no es solo el “chapulineo”, sino la falta de credibilidad de los partidos políticos. Los ciudadanos han sido testigos de constantes traiciones, negociaciones en lo oscuro y alianzas convenencieras que poco tienen que ver con el bienestar social. La solución no puede limitarse a una reforma que ate a los legisladores a un partido, sino a una transformación profunda del sistema de representación política que devuelva la confianza a los votantes.

Mientras tanto, el PRI y otros partidos seguirán buscando blindarse contra la deserción de sus miembros, aunque ello implique restringir la autonomía de los representantes populares. La pregunta es: ¿se trata de fortalecer la democracia o de mantener cuotas de poder en tiempos de crisis partidista?

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