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“Entonces verán venir al Hijo del hombre”

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
“LECTIO DIVINA”
LECTIO ¿QUÉ DICE EL SEÑOR?
Texto: Mc 13, 24-32
Papantla, Ver., a 14 de novimebre del 2021.- En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo.

Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”.
Notas para entender mejor lo que dice el texto:
1. En el primer párrafo se habla de “cuando lleguen aquellos días”. Habrá señales cósmicas en el universo, pero, sobre todo, verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes, el cual enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos, es decir que viene a salvar.
2. En el segundo párrafo está el ejemplo de la higuera. Cuando brotan las hojas sabemos que está cerca el verano. Así que hay que estar atentos a los signos de los tiempos acerca del fin, pero hay que estar en paz pues nadie sabe el día ni la hora.
MEDITATIO ¿QUÉ NOS DICE EL SEÑOR?
El evangelio de hoy tiene claramente dos partes, pero con un tema común que es la venida del Hijo del hombre al final de los tiempos. En la primera parte san Marcos recurre al género apocalíptico para llamar la atención sobre la venida del Hijo del hombre. En la segunda parte, con el ejemplo de la higuera, insiste en la atención que debemos tener a “los signos de los tiempos” para darnos cuenta de que el fin “ya está cerca, ya está a la puerta” y actuar en consecuencia, porque “nadie conoce el día ni la hora”.
La literatura apocalíptica se valía de signos cósmicos, como ropaje literario, para anunciar cosas importantes. Así que un cataclismo cósmico, como el que aquí aparece, no es para causar miedo, sino para dar esperanza a los que sufren en la espera del Señor. Si el sol, la luna y las estrellas van a tener su fin, así también los tiempos de angustia de los atribulados. Con todas estas imágenes, san Marcos, nos presenta lo único importante: la Venida del Hijo del hombre y, con ella, el favorable juicio de Dios para sus elegidos.
La revelación de Dios tuvo su punto culminante con la encarnación del Hijo de Dios, con su muerte, su resurrección, su ascensión a los cielos y la venida del Espíritu Santo. Desde entonces la Iglesia tiene la misión de anunciar a Jesucristo hasta que vuelva (cfr. 1 Co 11, 26). Desde entonces, nos encontramos ya en los últimos tiempos (cfr. Ga 4, 4), vivimos entre la ascensión del Hijo de Dios a los cielos y su última venida llena de gloria. En esta venida, la Escritura, en su conjunto, enseña que se llevará a cabo el juicio universal; sin embargo, san Marcos, en este evangelio, dice que cuando venga el Hijo del hombre: “Enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos”. Se trata pues de una venida salvífica, no viene para castigar, sino para congregar, para salvar.
Llama la atención que los elegidos serán congregados: “Desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo”, es decir, que no habrá rincón o dimensión a donde no llegue la acción salvadora del Hijo del hombre en su última venida. Podríamos decir que su venida abarcará incluso al universo. En este sentido resaltan las palabras del evangelio: “Desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo”. San Pablo dice que la creación misma espera ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios (cfr. Rm 8, 21).
En la segunda parte del evangelio no se menciona el Hijo del hombre, pero toda ella es consecuencia y conclusión de la primera. En ese sentido la enseñanza del ejemplo de la higuera es: “Cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta”. Pero ¿cuáles cosas? ¿Acaso que se caigan del cielo las estrellas? No, no se trata de eso, sino de la venida del Hijo del hombre, en cada una de las generaciones, para congregar a sus elegidos. En todas las generaciones hay momentos de angustia y tribulaciones. En todas estas situaciones esta Palabra de Dios da alegría y esperanza porque afirma que el mal no tiene la última palabra. Dios está pendiente de nosotros, viene a nuestro encuentro y nosotros vamos al encuentro de Dios.
En efecto, cuando Jesús dice: “No pasará esta generación sin que todo esto se cumpla”, es una palabra que tiene vigencia en todos los tiempos. En todas las décadas, generaciones o épocas, Jesús está cerca, “ya está a la puerta” (Ap 3, 20). Pero, por otro lado, como dice al final este evangelio: “Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”. Y sin embargo siempre está cerca, siempre está a la puerta, pero sobre todo con una cercanía existencial y espiritual. Por tanto, no hay que preocuparnos por la fecha, no hay que vivir en el temor, sino en el amor. Nuestra vida debe ser una puerta abierta para que cuando venga el Hijo del hombre no tenga que tocar, sino simplemente entrar.
Cuando Jesús dice: “Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse” es una verdad de fe, pues la Palabra de Dios es eterna y por ella fueron creados los cielos y la tierra y lo que tuvo principio también tendrá fin. Por otro lado, la insistencia de Jesús en que sus palabras “no dejaran de cumplirse” es un llamado de atención a nosotros para permanecer en la fidelidad y a la espera de los cielos nuevos y la tierra nueva (cfr. 2 P 3, 13) que ha prometido aquel que hace nuevas todas las cosas (cfr. Ap 21, 5).
Así pues, los discípulos de Jesús debemos vivir esperando la venida del Hijo del hombre a nuestra vida, a nuestro mundo y a nuestra historia. El universo, que tuvo principio en Dios, tendrá su fin en Dios; la historia y todos nosotros también. El evangelio dice que: “La luz del sol se apagará, no brillará la luna”. Cuando en medio de la oscuridad venga el Hijo del hombre hacia nosotros ¿él será nuestra luz? El libro del Apocalipsis dice que en la nueva Jerusalén: “La Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero” (Ap 21, 23).
Como el agricultor espera el verano, así debemos estar atentos a los signos de los tiempos, esperando la venida del Señor. Debemos decir como san Pablo: “Maran atha”, ven Señor Jesús (cfr. 1 Co 16, 22), o como san Juan en el Apocalipsis: “El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven!», y el que escucha debe decir: «¡Ven!»” (Ap 22, 17), o como nos enseñó el Señor Jesús: “Padre Nuestro que estás en el cielo… venga a nosotros tu Reino…” (Mt 6, 9-10).
ORATIO ¿QUÉ LE DECIMOS AL SEÑOR?
Te bendecimos Dios todopoderoso, porque tu Hijo Jesucristo antes de ascender a los cielos nos prometió que vendría al final de los tiempos. Concédenos la gracia de esperar siempre su venida final, pero como nadie sabe el día ni la hora tenemos que estar preparados no para la última hora del mundo y de la historia, sino para la última hora de nuestra vida.
Señor Dios todopoderoso, en la naturaleza tenemos signos que marcan el comienzo y el fin de las estaciones del año, en la historia también hay signos que marcan los cambios de los tiempos o de las épocas. Concédenos estar no sólo atentos a los signos de los tiempos que nos toca vivir, sino también a los signos de los cambios de nuestra vida personal para saber descubrir lo que quieres de nosotros en cada momento de nuestra vida.
Señor Dios todopoderoso, entre tu primera y última venida, tú vienes siempre espiritualmente a nuestro encuentro, siempre estás cerca en nuestra existencia y en nuestro corazón. Concédenos la gracia de abrir siempre nuestro corazón a tu venida y salir a tu encuentro porque vienes no a condenarnos, sino a congregarnos para que seamos seguidores tuyos.
OPERATIO ¿QUÉ NOS PIDE EL SEÑOR?
El Señor nos pide que, aunque estemos pasando momentos difíciles no perdamos la alegría porque él cumple su promesa de venir a nuestro encuentro, de estar siempre cerca de nosotros. El Señor siempre viene a nosotros no para castigarnos, sino para salvarnos, por tanto, hay que estar a la espera de su venida a nuestra vida diciendo: “Ven Señor Jesús”.
El Señor nos pide que estemos atentos a los signos del tiempo presente, pero no sólo del mundo, sino también a los signos de nuestra propia vida en los que hay que descubrir, por un lado, las huellas de nuestros errores y pecados, pero, por otro lado, lo más importante, las huellas del paso de Dios por nuestra vida. Digámosle: “Perdón, Señor, perdón”
El Señor nos pide fidelidad y confianza en él y en sus promesas. El Señor quiere que tengamos siempre abierto nuestro corazón a su venida y al encuentro con nuestros hermanos. El Señor siempre está cerca de manera espiritual en nuestro corazón, de manera sacramental en la Eucaristía y de manera humana en nuestros prójimos. “Salgamos a su encuentro”.
+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla

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