Noticias

“Todos honran a un profeta, menos los de su tierra”

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
“LECTIO DIVINA”
LECTIO ¿QUÉ DICE EL SEÑOR?
Texto: Mc 6, 1-6
Teziutlán, a 4 de julio del 2021.- En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados.
Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.
Notas para entender mejor lo que dice el texto:
1. En la primera del evangelio Jesús enseña en la sinagoga y sus compatriotas se preguntan de dónde le viene esa sabiduría ya que no es más que el carpintero, el Hijo de María y Sus paisanos terminan desconcertados.
2. En la segunda parte tenemos la reacción de Jesús, el cual dice que: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”.
3. El evangelio concluye diciendo que Jesús: “No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de su incredulidad.
MEDITATIO ¿QUÉ NOS DICE EL SEÑOR?
El evangelio dice que: “Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos”. Esto significa que Jesús vino a su tierra después de haber iniciado, con éxito, su misión en los pueblos vecinos y de haber llamado a algunos a seguirle. Aunque aquí no lo dice, todo parece indicar, como se dice en otros pasajes evangélicos, que Jesús tenía la costumbre de ir a la sinagoga. La diferencia es que ahora se puso a enseñar a la gente y esta enseñanza llamó mucho la atención de sus compatriotas, pero ni así lo aceptaron como Hijo de Dios y portador de la salvación. Sino que se preguntaban: “¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros?”.
Dado que el mensaje de Jesús es profundo no cuestionan su enseñanza, sino que su persona sea el origen o la causa de esa sabiduría y del poder de hacer milagros. De cualquier manera, llama mucho la atención que, a pesar de la sabiduría de sus enseñanzas y de ser valoradas positivamente, sus compatriotas se hayan resistido a creer en él. Esto nos habla del riesgo que corremos todos pensando que ya conocemos a Cristo, que conocemos sus enseñanzas y de hecho quedarnos sin conectar nuestra mente y nuestro espíritu con la mente y el espíritu de Jesús, es decir que podemos carecer de un encuentro profundo y personal, lo cual es lo más importante y la razón última del seguimiento de Cristo.
Sus compatriotas no descubren en Jesús el misterio que se esconde en él, no descubren su filiación divina, no ven en Jesús algo más allá de un ser humano: “El carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón”, por esto: “Estaban desconcertados”. El misterio de la encarnación del Hijo de Dios se revela en las palabras de Simeón: “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción” (Lc 2, 34). En efecto, Jesús es piedra para quienes creen y apoyan o edifican su vida espiritual sobre él (cfr. Ef 2, 20), pero también es piedra donde muchos tropiezan (cfr. Rm 9, 32-33).
Por el rechazo de sus compatriotas Jesús dice: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Esta expresión, con algunas variantes, se encuentra en los evangelios como un proverbio de la sabiduría popular y, por otro lado, como prueba del rechazo que Jesús experimentó en su propia tierra (cfr. Mt 13, 57-58; Lc 4, 24; Jn 4, 44). Hay que recordar que, antes de este acontecimiento, Jesús había curado a la hemorroisa y revivió a la hija de Jairo, milagros que, como escuchamos el domingo pasado, fueron fruto de la fe de aquella mujer enferma y fruto de la fe de Jairo que se postraron ante Jesús y creyeron en él. Pero sus compatriotas no ven más que un simple hombre. Su incredulidad impide la realización de milagros y curaciones. Por eso Jesús: “No pudo hacer allí ningún milagro”, nos dice el evangelio; al contrario: “Estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente”.
Ahora, en este pasaje evangélico, Jesús no pudo hacer milagros, pero sí curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Es la paradoja de la misión, el enviado de Dios resulta rechazado en su propia tierra. Los milagros y las curaciones están estrechamente relacionados con la fe. Si no hay fe, no hay milagros. Es un hecho que, si leemos con cuidado los evangelios, en todos ellos aparece, junto con la aceptación de las multitudes, un rechazo y oposición a la misión de Jesús, por parte de algunos, que incluso más tarde lo llevarán a la muerte. Sin embargo, sobre todo aparece la fe de algunos que gracia a ella alcanzan el miagro de la salud física, pero sobre todo el milagro de la salud espiritual, es decir la conversión.
El evangelio termina diciendo que: “Luego se fue a enseñar a otros pueblos vecinos”. Se cumple así lo que decía Dios al profeta Ezequiel cuando lo envío a los israelitas: “Te escuchen o no sabrán que hay un profeta en Israel”. Esto pasó con nuestro Señor Jesucristo que no sólo fue rechazado por los fariseos (cfr. Mc 3, 6), sino también por sus compatriotas y familiares (cfr. Mc 6, 1-6) e incluso más tarde incomprendido por sus discípulos (cfr. 6, 51-53). Los profetas vivieron esto, Jesús también; por consiguiente, los que han seguido a Jesús, desde los primeros apóstoles, no son la excepción. Si al maestro lo han rechazado qué no les sucederá a sus seguidores.
Jesús fue rechazado por sus compatriotas, también por muchos judíos, escribas y fariseos; pero ciertamente fue y es actualmente aceptado por muchos. En él se cumple lo que dijo san Juan sobre el Hijo de Dios: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron, pero a todos los que lo recibieron les dio poder llegar a ser hijos de Dios a los que creen en su nombre” (Jn 1, 11-12), es decir en su persona. Es curioso que Jesús es rechazado por quienes creen que lo conocen mejor. En ese peligro podemos estar muchos que no nos dejamos transformar interiormente por él. En cambio, muchos que poco lo conocen no buscan su doctrina, sino que lo buscan a él, buscan el amor de Dios, buscan la salud, buscan la salvación. Los pobres no buscan saber algo de él, lo buscan a él. Esto es lo más importante encontrar a Jesús y encontrar a Jesús es encontrar el amor, el sentido de la vida, la alegría, la salud y la paz. Así pues, no busquemos sólo su sabiduría y el poder de hacer milagros, lo más importante es buscarlo a él para que transforme nuestra vida.
ORATIO ¿QUÉ LE DECIMOS AL SEÑOR?
Señor Dios todo poderoso te damos gracias porque nos enviaste a tu Hijo único, el cual nacido de la Santísima Virgen María, en el momento oportuno, comenzó a revelar el designio de tu amor por medio de su vida, de su enseñanza, de sus obras, de sus milagros y de sus curaciones. Desafortunadamente muchos, por considerar sólo su origen humano, no descubrieron el misterio que se escondía en él y rechazaron su enseñanza.
Señor Dios, te damos gracias porque a nosotros se nos ha anunciado el evangelio y hemos creído en tu Hijo Jesucristo. Concédenos la gracia de que nunca nos escandalicemos de tu Hijo Jesús ni nos apartemos de la fe que nos llevó a encontrarnos con él, sino que al contrario crezcamos, maduremos y la demos a conocer a los demás por medio del testimonio de nuestra vida y el mandato misionero de predicar el evangelio.
Señor Jesús, te pedimos perdón por todas las veces que hemos rechazado tu evangelio simple y sencillamente por prejuicios hacia las personas que nos han anunciado tu evangelio. Te pedimos perdón porque ha sido un rechazo hacia tu persona, pues por medio de ellos has tocado a nuestro corazón y hemos preferido no escuchar tu palabra o a tus mensajeros, pero al hacerlo te hemos cerrado la puerta de nuestro corazón a ti que vienes a nuestro encuentro.
OPERATIO ¿QUÉ NOS PIDE EL SEÑOR?
El Señor Jesús nos pide un corazón abierto para conocer sus enseñanzas, las cuales ahora las tenemos contenidas especialmente en los evangelios. Para conocer las enseñanzas de Jesús es necesario leer y meditar el evangelio sabiendo que Jesús nos habla y nos pide una respuesta, ya sea por medio de la oración o por medio de la acción ordinaria cotidiana de nuestra vida o por medio acciones extraordinarias de caridad.
El Señor Jesús nos pide que nos mantengamos firmes en la fe y que nuestra fe crezca y madure por medio del estudio de su palabra y nos convirtamos en discípulos suyos que vivan en comunidad sus enseñanzas. Primero, en la comunidad de nuestra propia familia biológica y después también en la comunidad espiritual de nuestra Iglesia donde se necesitan muchos servicios a los hermanos e incluso el servicio de la predicación del evangelio.
El Señor Jesús nos pide un corazón abierto a su poder de hacer milagros y curaciones en nuestra vida. Por ejemplo, el milagro de vivir en plenitud nuestra vida humana, es decir de estar sanos y ser fraternos unos con otros en armonía y en paz; pero, sobre todo, el milagro de una vida espiritual llena de fe, esperanza y caridad, es decir una vida reconciliada con Dios, con nosotros mismos, con nuestros hermanos y con la creación.
+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla

No hay comentarios