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“No tengan miedo”

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
“LECTIO DIVINA”
LECTIO ¿QUÉ DICE EL SEÑOR?
Texto: Mt 10, 26-33
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído pregónenlo desde las azoteas.
No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y cuerpo.
¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo.
A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos”.

Notas para entender mejor lo que dice el texto:
1. El evangelio tiene muchas enseñanzas en torno a la urgencia y a las adversidades de la misión.
2. “No tengan miedo a los hombres”, la razón es que no hay nada oculto o secreto que no llegue a saberse. El evangelio ilumina todo rincón oscuro en el corazón de los hombres.
3. La inmortalidad del alma: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo”. Los enemigos del evangelio pueden matar los misioneros, pero no les quitarán la vida eterna.
4. “Teman más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo”. ¿Quién podrá ser? Dios es amor, no puede ser él. El pecado podría ser, si vivimos en pecado. Satanás no puede, si estamos con Dios; pero si nos apartamos…
5. La filiación divina: “Ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo”.
6. El resultado final de la misión: “Quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos”.

MEDITATIO ¿QUÉ NOS DICE EL SEÑOR?

El evangelio de este domingo continúa el discurso misionero de Jesús y da instrucciones entusiastas y realistas a sus apóstoles para anunciar el evangelio, a pesar de todas las adversidades. En tres ocasiones Jesús dice a sus apóstoles: “No tengan miedo”. “A los hombres”, dice en la primera vez; “A los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”, dice en la segunda, y en la tercera agrega: “Porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo”. Seguir a Jesús es estar dispuestos a perderlo todo, menos a perderlo a él y a perder la vida eterna. Con la invitación a no temer, Jesús nos invita a vivir con alegría, realizar la misión con entusiasmo y a morir, si es necesario, por esta causa, confiados a su compañía en todo momento y a su poder y victoria, incluso en la paradoja de la cruz de cada día y de las dificultades e incluso persecuciones de la misión. Sentir miedo en situaciones difíciles es algo humano, pero poniendo la confianza en Dios, el miedo no debe paralizar a los misioneros.

En las palabras de Jesús: “Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas”, se puede ver que es urgente anunciar el evangelio. Sin embargo, los apóstoles son enviados a anunciar el evangelio en medio de un mundo adverso, por lo tanto, se necesita valentía, pero sobre todo se necesita ser hombres de fe que van a realizar la misión no confiando en sí mismos sino en Dios. Así que, por un lado, está la urgencia y por otro lado la adversidad y, en medio de esta situación la debilidad de los apóstoles. ¿Cómo hacer para anunciar, con entusiasmo y alegría, el evangelio en una situación así? Para esto Jesús les da varios motivos a sus apóstoles:

El evangelio tiene una fuerza interior que nada lo puede detener, ni fronteras de tiempo o de espacio: “No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse”. A los apóstoles les toca colaborar en el anuncio del evangelio, pero la gracia de que otros acepten este mensaje no depende ellos, sino de Dios; ellos ciertamente deben ir a anunciar el evangelio con todo el entusiasmo y con todos los recursos humanos o materiales de que dispongan, pero lo más importante no es lo que hacen ellos, sino lo que hace Dios, a través del trabajo misionero de ellos. Cierto, al anunciar el evangelio han de tratar de tocar los corazones, pero finalmente el que toca las fibras más profundas del corazón es el Señor.

Otro motivo es la inmortalidad del alma: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Cuando falta la confianza en Dios, el miedo se hace presente. Donde crece el miedo se pierde de vista a Dios o, mejor dicho, donde se pierde de vista a Dios es donde crece el miedo. En el anuncio del evangelio los discípulos están expuestos a perder la vida terrena, pero no la vida eterna porque saben que Cristo murió en la Cruz, fue sepultado, pero resucitó al tercer día y en él está la esperanza de la vida eterna. Con este evangelio Jesús insiste en que no hay que tener miedo a morir, sino a la condenación eterna. Lo propio del creyente no es el miedo, sino la valentía. Los tiranos pueden matar la libertad de expresión e incluso quitar la vida física, pero nunca pueden quitar la libertad interior y la esperanza de la vida eterna.

El único temor válido es el temor del Señor. Sin embargo, el temor sagrado no es miedo, sino amor y adoración. No se refiere a eso Jesús cuando dice: “Teman, más bien, a quien pude arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo”. Dios, que es amor, lo único que quiere es nuestra salvación y ha preparado el Reino para nosotros (cfr. Mt 25, 34), el lugar de castigo es para el diablo y sus ángeles (cfr. Mt 25, 41). Por lo anterior, no hay que tener miedo de que Dios nos arroje al lugar del castigo; al contrario, quiere ayudarnos para no ir allá. Entonces, ¿quién pude arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo? Satanás no puede si estamos con Dios, pero si nos apartamos de Dios, entonces, podríamos ser nosotros mismos, o podría ser él, si nos hace caer en la tentación y nunca nos arrepentimos de nuestros pecados.

Otro motivo para no tener miedo es la filiación divina. Dice el Señor: “Ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo”. La razón última y definitiva para no desfallecer en el anuncio del evangelio, en medio de las adversidades, es porque los discípulos son hijos de Dios. Saberse hijo amado de Dios, hace que nada detenga al misionero. La base fundamental para no tener temor es el amor de Dios. San Juan nos dice en su primera carta que en el amor no hay temor. Quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor porque el amor expulsa el temor (cfr. 1 Jn 4, 18). Para ilustrar la providencia de Dios y su amor paterno, delicado y tierno, Jesús dice que los pajarillos no caen por tierra: “Si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados”. El valor y la grandeza de los discípulos está en su filiación divina. Como Dios es un padre amoroso, saben que siempre estará con ellos en las pruebas y en sus alegrías, en la cruz y en la gloria. Precisamente en la confianza y en el amor de Dios está su fuerza para no desfallecer. La experiencia del amor de Dios y la esperanza de la vida eterna hacen posible vencer todo temor y toda adversidad.

El resultado final es otro motivo para no desanimarse ante las adversidades de la misión: “Quien me reconozca… yo también lo reconoceré”. Lo definitivo no es el juicio de los hombres, sino el juicio misericordioso de Dios. A quien haya realizado su parte en la obra de la salvación, Cristo le dirá: “Entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 23). Las últimas palabras de este evangelio parecen una amenaza: “Al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre”. Pero son más bien una invitación para conquistar, en el aquí y ahora, la vida eterna en el seguimiento de Jesús y en la misión de anunciar el evangelio.

ORATIO ¿QUÉ LE DECIMOS AL SEÑOR?

Señor Dios, concédenos la gracia de no tener miedo para anunciar el evangelio de tu Hijo con valentía, incluso a costa de nuestra propia vida. Que lo único a lo que tengamos miedo sea caer en la tentación, vivir y morir en pecado y así perder la vida eterna.

Gracias, Señor Dios, porque nos has hecho hijos tuyos y cuidas con amor de cada uno de nosotros. Eres un Padre providente ante el cual tenemos un valor inmenso a tal punto que enviaste a tu Hijo Jesucristo que muriera por nosotros en la cruz.

Señor Dios, nos ha dado la vida y con ella el don de la libertad para aceptar a tu Hijo Jesucristo y así tratar de alcanzar la vida eterna. Tú no nos dejas solos para lograrlo, nos ayudas con tu gracia, pero no nos obligas a ir a tu reino. No permitas que nos apartemos de tu amor.

OPERATIO ¿QUÉ NOS PIDE EL SEÑOR?

El Señor nos pide ser entusiastas y, al mismo tiempo ser realistas, para anunciar el evangelio, a pesar de todas las adversidades. Se necesita ánimo y valentía; pero, sobre todo, se necesita ser hombres de fe que van a realizar la misión no confiando en sí mismos, sino en Dios.

No hay que tener miedo a las adversidades, no hay que tener miedo a perder la vida a manos de los hombres, sino a caer en la tentación y a vivir y morir en pecado y perder la vida eterna.

El Señor nos invita a valorar nuestra filiación divina: “Ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo” y a no dejar para el último momento nuestra salvación: “Quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré”. ¡Que así sea!

+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla

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