JESÚS Y LOS NIÑOS
En diversos evangelios, Jesús nos
habla de los niños o nos pone en sus ejemplos a los pequeño. El niño es un ser
débil y humilde, que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la envidia, no
busca puesto privilegiados, no tiene nada que decir en la avidez de
los adultos, el niño tiene conocimiento de su pequeñez y su debilidad. Jesús no
solo quiere demostrarnos su gran amor por nuestros niños, en los Evangelios la
sencillez de corazón es reclamada con insistencia, la limpieza y la humildad
del espíritu es un requisito indispensable para llegar al Reino de los Cielos.
En un ocasión Jesús nos dijo:
"El que recibe a este niño en mi Nombre me recibe a mí, y el que me recibe
a mí recibe a Aquel que me envió” Lc 9, 46-50
Sucedió que a los discípulos de
Jesús se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande. El pensamiento nos
juega a veces una mala pasada, excitando pasiones por la codicia de la gloria,
como les sucedió a algunos discípulos, entonces les vino en el pensamiento la
idea de preguntar quien de ellos sería el mayor o el más grande. Parece que
esta pasión nace cuando en una ocasión no pudieron curar a un endemoniado y se
culparon entre ellos la impotencia de unos a otros. En otra ocasión ellos
habían visto que Pedro, Santiago y San Juan, habían sido llamados aparte y
llevados al monte.
Pero Jesús, conocía perfectamente
bien el corazón de sus íntimos amigos, conocía lo que pensaban y lo que sentían
y se daba cuenta lo que ellos planeaban y tramaban en su interior. Jesús, que
sabe muy bien como salvar a los hombres de las caídas, cuando vio que se
suscitaba esta idea en la mente de sus discípulos como un germen de amargura,
antes que tomase incremento, la arrancó de raíz. Es así como conociendo sus
pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo:
"El que recibe a este niño
en mi Nombre me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquel que me
envió; porque el más pequeño de ustedes, ése es el más grande".
El niño tiene el alma sincera, es
de corazón inmaculado, y permanece en la sencillez de sus pensamientos, el no
ambiciona los honores, ni conoce las prerrogativas, entendiéndose esto por el
privilegio concedido por una dignidad o un cargo, tampoco teme ser poco
considerado, ni se ocupa de las cosas con gran interés. A esto niños ama y
abraza el Señor; se digna tenerlos cerca de sí, pues lo imitan. Por esto dice
el Señor (Mt 11,29): "Aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón".
Dos enseñaza muy claras, nos dejo
aquí Jesús, una que enseña simplemente que los que quieren ser más grandes
deben recibir a los pobres de Cristo por su honor, y otra los exhorta a ser
párvulos en la malicia.
El mayor será quien reconozca su
más grande indigencia ante Dios, y será mayor quien más ame al humilde.
En otra ocasión Jesús dijo: Dejen
que los niños se acerquen a mí Mc 10, 13-16
Le trajeron unos niños a Jesús
para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Era costumbre
bendecir los niños por los jefes de la sinagoga, los Judío tenían por costumbre
presentar sus hijos a los rabinos, de ellos los niños recibían la bendición con
imposición de las manos. Lo mismo que los hijos y discípulos se hacían bendecir
por sus padres y maestros. Así fue, como la gente trajo sus hijos para que
Jesús les impusiera las manos, pues veían en Jesús la facultad de realizar
milagros o actos extraordinarios. En ese momento Jesús estaba enseñando, y los
apóstoles no miraron con buenos ojos este proceder de los padres y los niños,
entonces ellos reprendieron a los muchachos, quizás pensaron que molestarían al
Maestro, también los niños deben haber actuado como son hasta hoy, donde ellos
ven cariño, se acercan con mucha confianza.
La imposición de manos, si les
evocaba la bendición de Jacob sobre sus hijos (Gen 48:14), también podríamos
pensar en su necesidad para un efecto prodigioso, como la hemorroisa.
El reino ha de recibirse como los
niños lo reciben. Conforme a las ideas del medio ambiente, no se refiere tanto
a la inocencia como a lo casi nada que para un judío significaba un niño.
Frente al orgullo y exigencia farisaicos, el reino es simple don del cielo.
Si los apóstoles querían impedir
su acceso a él, aparte de lo que podría haber de alboroto por acercarlos a
Jesús, podrían pensar el que eran niños: cosa sin gran valor para un judío.
Cuando veamos a los niños
acercarse al presbiterio, dejémoslo, esa confianza que a ellos les inquieta se
les confirma en el corazón, la presencia de Cristo en el altar, allí está su
cuerpo y sangre en cada eucaristía, aún más invitemos a los niños al sagrario,
digámosle que es el tabernáculo, enseñemos a nuestros muchachos a orar, a hacer
sus plegarias frente al santísimo, acostumbremos a nuestros niños a ofrecer sus
oraciones por ellos y por sus familia al Señor Sacramentado, es justo eso lo
que Jesús no esta pidiendo, “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo
impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos”
Jesús no solo quiere demostrarnos
su gran amor por nuestros chicos, en los Evangelios la sencillez de corazón es
reclamada con insistencia, la limpieza y la humildad e espíritu es un requisito
indispensable para llegar al Reino de los Cielos y Jesús quiere que todos
lleguemos, por esa razón nos invita a ser como niños, por que en ellos las
virtudes no están contaminadas, siempre esta presente la docilidad, y la buena
disposición.
Cuando un niño asiste a una
catequesis, oye, presta atención, pregunta y lleva a su corazón lo aprendido y
lo hace con sencillez, es así, como Jesús ve en los niños el prototipo de sus
discípulos, igual como los niños abren sus corazón, sin contradicciones al
espíritu, sin juzgar el plan Salvador de Dios, así quiere nuestra disposición a
oír los Evangelios.
Fomentemos en nosotros y nuestros
niños las virtudes de los infantes, inocencia, sencillez de corazón,
sinceridad, credibilidad, docilidad y buena disposición, especialmente para
descubrir en los Evangelios el camino para participar en la pertenencia del
Reino de los Cielos.
Según el Evangelio de san Mateo,
Jesús dijo: “Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.
De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos
pequeños. Mt 8, 1-5. 10. 12-14
En aquel tiempo, los discípulos
se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el
Reino de los cielos?". Encontramos en diversos fragmentos del Evangelio,
estos celos y ambiciones de los apóstoles por los primeros puestos en el reino.
Aún son aquellos hombres que fueron pescadores, hombres de trabajos de Galilea
y tierras judías, que a su modo se imaginan el Reino de los Cielos. En otra
ocasión, la madre de Juan y Santiago le pedirá a Jesús los dos primeros puestos
en su reino, ante esto, los otros 10 apóstoles elevaron su reclamo. Y en la
hora de la última cena, Jesús, le da una hermosa lección de humildad, lavando
los pies de cada uno de ellos.
Si nos damos cuenta a leer con
detenimiento este fragmento del Evangelio de Mateo, vemos que la pregunta no es
para saber quien de ellos va a ser mas santo en el Reino, sino quién de ellos
tendrá una mayor dignidad o un puesto de mayor privilegio. Según entendemos en
el Evangelio según san Marcos, Jesús se sentó, ya que venían de camino y había
que descansar, y de este modo les responde con una magistral lección, un
bellísima parábola, llamó a un niño, lo puso en medio de ellos, es decir
también, delante de ellos y dijo: “Les aseguro que si no se hacen como niños,
no entrarán en el Reino de los cielos”.
Es la gran lección que da el
Señor sobre la ambición y los honores. Como complemento a esta enseñanza, les
dice luego: El que se haga pequeño como este niño será el más grande en el
Reino de los cielos. Recordemos que los fariseos, se creían con derecho al
Reino, pero este privilegio se da como don gratuito de Dios. Esta es la
lección. Y se lo ha de recibir con la actitud de los niños, no tanto por sus
condiciones morales, sino por su inocencia y simplicidad. Entonces Jesús nos
enseña que hay que tener, pues, esta actitud moral para recibir el reino: no
como exigencia, sino como don gratuito de Dios.
La respuesta de Jesús es
nuevamente desconcertante en aquel tiempo para los discípulos y hoy para muchos
adultos, talvez los apóstoles debieron quedar desilusionados, para Jesús, el
hacerse niño no es sólo condición para alcanzar la mayor grandeza en el Reino,
sino incluso, y así se los dice, si ustedes no cambian y no se hacen,
expresando que es requisito indispensable para ser admitido en el Reino.
¿Porque ser como un niño y
hacerse pequeño? El niño es un ser débil y humilde, que no posee nada, no tiene
ambición, no conoce la envidia, no busca puesto privilegiados, no tiene nada
que decir en la codicia de los adultos, el niño tiene conocimiento de su
pequeñez y su debilidad. Es así como nos hace saber Jesús, que el más humilde
será el más grande ante el Padre, como vemos, de nada importa el nivel, la
jerarquía o el rango y papel que se desempeñe en la sociedad.
El niño al igual que el pobre
recibe con alegría lo que se le entrega cuando su necesidad depende de los
demás. Ese es el sentido de ese “hacerse como los niños”, hacerse humilde y
sencillo de corazón, empequeñecido en la sociedad respecto a los puestos de
jerarquía, esa es condición de Jesús para seguirlo, “El que no renuncie a si
mismo, no puede ser mi discípulo”
Tenemos claridad que esa es
nuestra situación ante Dios, es así como Jesús quiere que sus discípulos, sus
apóstoles, y todos nosotros seamos receptivos, sencillos y humildes, con
capacidad o disposición favorable para recibir y aceptar y la grandeza
espiritual en el servicio que El nos pide, esta es la conversión que nos hará
distintos y nos transformará en niños, pero al igual que ellos, entendiendo que
la que la niñez espiritual es una actitud interior de dependencia y confianza
en el Señor y todo esto, debemos hacerlo con gestos concretos en el servicio a
los más humildes, porque en cada pobre esta Cristo y el que acoge a uno acoge a
Jesús.
En efecto, no olvidemos, que el
que acoge al indefenso, al humillado, al marginado, esto es, todo lo que
hacemos por un hermano los hacemos también por Cristo.
Ser como niños, es suprimir en el
corazón la ambición y muchas veces esa envidia por querer un puesto mayor, Pero
la humildad no resulta fácil para muchos de nosotros, porque ello implica
renunciar a ciertos deseos de poder, de dominar lo que erráticamente creemos
necesitar, por tanto el ejemplo que nos dio Jesús en el niño es esa humildad
como manifestación pura que tiene la infancia al estar exento de poder, pero si
necesitados de un cuidado amoroso. Confiemos esta protección a Dios y
recordemos que por mucha edad que tengamos, jamás dejamos de ser niños para
nuestra madre, es así como confiemos en María, Madre de Dios y Madre Nuestra,
pidámosle a ella, ser como los niños que espera Jesús de nosotros.
San Mateo nos relata más adelante
que Jesús dijo: “Les aseguro que si no se hacen como niños, no entrarán en el
Reino de los cielos. El que se haga pequeño como este niño será el más grande
en el Reino de los cielos” Mt 18, 1-4
La respuesta de Jesús es nuevamente
desconcertante en aquel tiempo para los discípulos y hoy para muchos adultos,
talvez los apóstoles debieron quedar desilusionados, para Jesús, el hacerse
niño no es sólo condición para alcanzar la mayor grandeza en el Reino, sino
incluso el “si ustedes no cambian y no se hacen”, expresa que es requisito
indispensable para ser admitido en el Reino.
¿Porque ser como un niño y
hacerse pequeño? El niño es un ser débil y humilde, que no posee nada, no tiene
ambición, no conoce la envidia, no busca puesto privilegiados, no
tiene nada que decir en la avidez de los adultos, el niño tiene conocimiento de
su pequeñez y su debilidad. Es así como nos hace saber Jesús, que el mas
humilde será el más grande ante el Padre, de nada importa el nivel, la jerarquía
o el rango y papel que se desempeñe en la sociedad.
El niño al igual que el pobre
recibe con alegría lo que se le entrega cuando su necesidad depende de los
demás. Ese es el sentido de ese “hacerse como los niños”, hacerse
humilde y sencillo de corazón, empequeñecido en la sociedad respecto a los
puestos de jerarquía, esa es condición de Jesús para seguirlo, “El que no
renuncie a si mismo, no puede ser mi discípulo”
Tenemos claridad que esa es
nuestra situación ante Dios, es así como Jesús quiere que sus discípulos, sus
apóstoles, nosotros seamos receptivos, sencillos y humildes, con capacidad o
disposición favorable para recibir y aceptar y la grandeza espiritual en el
servicio que El nos pide, esta es la conversión nos hará distintos y nos
transformará en niños, pero al igual que ellos, entendiendo que la que la niñez
espiritual es una actitud interior de dependencia y confianza en el
Señor y todo esto, debemos hacerlo con gestos concretos en el
servicio a los más humildes, porque en cada pobre esta Cristo y el que acoge a
uno acoge a Jesús.
En efecto, no olvidemos, que el
que acoge al indefenso, al humillado, al marginado, esto es, todo lo que
hacemos por un hermano los hacemos también por Cristo.
Ser como niños, es suprimir en el
corazón la ambición y muchas veces esa envidia por querer un puesto mayor, pero
la humildad no resulta fácil para la muchos de nosotros, porque ello implica
renunciar a ciertos deseos de poder, de dominar que erráticamente creemos
necesitar, por tanto el ejemplo que nos dio Jesús en el niño es esa humildad
como manifestación pura que tiene la infancia al estar exento de poder, pero si
necesitados de un cuidado amoroso, confiemos esta protección a Dios y
recordemos que por mucha edad que tengamos, jamás dejamos de ser niños para
nuestra madre, confiemos en María, Madre de Dios y Madre Nuestra, pidámosle a
ella, ser como los niños que espera Jesús de nosotros.
“No les impidan a los niños que
se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos”
Mt 19, 13-15
Esta es la segunda vez que
aparece Jesús con los niños en los Evangelios, en esta ocasión se los
presentan. El motivo por que se los presentan es para que “les impusiese las
manos y orase por ellos.” Era costumbre hacer bendecir a los niños por jefes de
las sinagogas. Se pensaba que por la vinculación, como jerarcas, con Moisés, a
su oración e imposición de manos, habían de recibir la bendición de Dios (Dt
34:9). Pero no sólo en estos casos, sino que también era costumbre que los
hijos y los discípulos se presentasen a sus padres y a sus maestros para
hacerse bendecir por ellos. En estos casos, la fórmula de bendición era
improvisada. Todo esto prueba el concepto de grandeza moral y prodigiosa en que
las gentes tenían a Jesús. Veían en su oración sobre ellos y en su imposición
de las manos, la facultad de realizar milagros o actos extraordinarios.
Fácilmente podríamos imaginarnos
la escena de esos momentos, talvez alguna cierta aglomeración de las mamas con
sus hijos, intentando tener la preferencia de presentación de sus niños. Según
se entiende en el Evangelio, esto incomodó a los apóstoles. Tanto, que ellos
regañaron a las gentes. Lo que sucedía era que en ese momento Jesús estaba
enseñando, y los apóstoles no miraron con buenos ojos este proceder de los
padres y los niños, entonces ellos reprendieron a los muchachos, quizás
pensaron que molestarían al Maestro.
Pero esta actitud de los
apóstoles molesto a Jesús (Mc), quien les dijo que no les impidiesen acercarse
a él, porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos. Frente a la
actitud de los fariseos y de otros, Jesús señala la actitud de los niños para
ingresar en el reino.
Frente a los fariseos, que se
creían con derecho y exigencia del reino, Jesús señala de quiénes es: de los
niños. Considerados en aquel tiempo, como sin valor, reciben el reino sin
exigencia: como puro don gratuito del Padre.
Mateo y Marcos, dicen que Jesús
les “impuso” las manos; sin embargo Lucas lo omite. Pero Marcos, lo describe
minuciosamente: abrazándolos, los bendecía. El gesto de la “imposición” de
manos, era muy frecuente en Jesús, incluso en sus milagros.
Así fue, como la gente trajo sus
hijos para que Jesús les impusiera las manos. Nosotros no hemos visto a Jesús,
no estuvimos junto a El, pero nos imaginamos que debe haber tenido un atractivo
cautivante, encantador, maravilloso, muchos los seguían, querían tocarle, auque
sean los flecos de su manto, su afabilidad y cordialidad, asombraban, y veían
en El, facultad de realizar milagros o actos sorprendentes. Con esta forma de
ser de Jesús, los niños deben haber actuado como son hasta hoy, donde ellos ven
cariño, donde sienten paz, se acercan con mucha confianza.
Con esta lección de Jesús, cuando
veamos a los niños acercarse al presbiterio, dejémoslo, esa confianza que a
ellos les inquieta se les confirma en el corazón, la presencia de Cristo en el
altar, allí está su cuerpo y sangre en cada eucaristía, aún más invitemos a los
niños al sagrario, digámosle que es el tabernáculo, enseñemos a nuestros
muchachos a orar, a hacer sus plegarias frente al santísimo, acostumbremos a
nuestros niños a ofrecer sus oraciones por ellos y por sus familia al Señor
Sacramentado, es justo eso lo que Jesús no esta pidiendo, "Dejen a los
niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos
pertenece a los que son como ellos".
Jesús no solo quiere demostrarnos
su gran amor por nuestros niños, en los Evangelios la sencillez de corazón es
reclamada con insistencia, la limpieza y la humildad e espíritu es un requisito
indispensable para llegar al Reino de los Cielos y Jesús quiere que todos
lleguemos, por esa razón nos invita a ser como niños, por que en ellos las
virtudes no están contaminadas, siempre esta presente la docilidad, y la buena
disposición.
Cuando un niño asiste a una
catequesis, oye, presta atención, pregunta y lleva a su corazón lo aprendido y
lo hace con sencillez, es así, como Jesús ve en los niños el prototipo de sus
discípulos, igual como los niños abren sus corazón, sin contradicciones al
espíritu, sin juzgar el plan Salvador de Dios, así quiere nuestra disposición a
oír los Evangelios.
Fomentemos en nosotros y nuestros
niños las virtudes de los infantes, inocencia, sencillez de corazón,
sinceridad, credibilidad, docilidad y buena disposición, especialmente para
descubrir en los Evangelios el camino para participar en la pertenencia del
Reino de los Cielos.
El Señor les Bendiga
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