“El campo llora”: campesinos de Misantla enfrentan sequías severas
Misantla, Ver., a 25 de mayo del 2025.- El sol cae sin piedad sobre los sembradíos, en la zona baja de Misantla, los campesinos recorren sus tierras con el rostro endurecido por el trabajo, pero hoy, también por la angustia, las huertas de naranja lucen mustias, el maíz se dobla antes de tiempo y la tierra —agrietada como piel seca— ya no puede esconder la desesperanza. Misantla está atravesando una de las peores sequías que se recuerden en años, y lo más grave: nadie parece escucharlos.
Como no ha caído una sola gota de lluvia, los efectos ya son visibles, lo que antes eran terrenos fértiles ahora son campos resquebrajados donde los cultivos agonizan a la espera del vital líquido, campesinos de comunidades, describen un panorama desolador: árboles de cítricos que se secan de pie, mazorcas que no maduran, hojas chamuscadas por el sol y frutas que no alcanzan ni siquiera el tamaño para ser recolectadas.
“Los árboles están llorando, se les caen las hojas como si fuera otoño, pero aquí no es otoño, aquí lo que hay es puro sol y olvido”, relatan con tristeza.
A la crisis climática se le suma otro problema igual de grave: el abandono institucional. Los productores denuncian que, a pesar del deterioro visible en las parcelas y huertas, no existe ningún tipo de apoyo oficial para enfrentar los daños, ni a nivel municipal, ni estatal, ni federal.
No hay señales del llamado seguro agrícola catastrófico, del que sólo han escuchado promesas, y si bien en otros tiempos existía el PROCAMPO, que brindaba apoyos directos, hoy los campesinos de Misantla solo cuentan con su trabajo… y con la esperanza de que llueva.
“Si queremos que llegue un seguro, nuestras huertas deben estar dañadas en más del 90%, pero aunque lo estén, nadie viene a evaluar nada, aquí estamos solos”, reclama un grupo de agricultores.
Los campesinos coinciden: no basta con que llueva solo en Misantla, para que haya recuperación, es necesario que se presenten lluvias generalizadas en toda la región, para que los ríos se recarguen, los mantos acuíferos se estabilicen y los pozos vuelvan a dar agua. De lo contrario, no solo se perderán las cosechas actuales, sino también las futuras.
“Esto no afecta solo a los agricultores, si no hay agua, no hay pasto para el ganado, no hay peces, no hay trabajo, la sequía nos está golpeando a todos”, explican.
Los efectos ya se sienten en la economía local, menos producción implica menos ingresos, menos empleo temporal y una cadena de pobreza que se extiende desde el campo hasta los mercados de la región, algunos productores ya están pensando en abandonar temporalmente la tierra, otros buscan alternativas como la migración estacional a otros estados o incluso al extranjero.
Frente a esta realidad, los agricultores misantecos lanzan un llamado desesperado a las autoridades: que se implementen medidas urgentes, que se escuchen las voces del campo, y que se reactive algún mecanismo de apoyo real, ya sea a través de la creación de un nuevo fondo de emergencia, la intervención directa de la SADER o la habilitación de apoyos a través del Congreso del Estado, pero algo debe hacerse antes de que la pérdida sea total.
Mientras tanto, en los surcos agrietados de Misantla, las plantas se secan bajo un cielo que se niega a llorar, y los hombres y mujeres del campo siguen esperando… esperando una lluvia que les devuelva la vida, o al menos, la esperanza.
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