La hermana rebelde del Papa: sor Geneviève rompe el protocolo y despide a Francisco con lágrimas y oración
Ciudad del Vaticano, a 23 de abril del 2025.- Mientras cardenales, obispos y funcionarios del Vaticano se alineaban con solemnidad para despedir al papa Francisco en la Basílica de San Pedro, una figura pequeña y silenciosa rompió el protocolo. Mochila al hombro, mirada firme y pasos decididos, sor Geneviève Jeanningros, de 81 años, se acercó al féretro y se arrodilló en oración. Nadie se atrevió a detenerla.
No era una desconocida. Francisco la llamaba con cariño "la enfant terrible" del Evangelio. Religiosa de la orden de las Hermanitas de Jesús, sor Geneviève fue durante décadas el puente del pontífice con los "últimos" de Roma: transexuales, homosexuales, feriantes y marginados, a quienes acogía, acompañaba y llevaba de la mano hasta el Papa.
Sin figurar en la lista de autoridades eclesiásticas ni en el estricto protocolo vaticano, su presencia se impuso con la fuerza del cariño y la memoria compartida. Permaneció varios minutos en silencio, llorando y rezando, en una escena que conmovió a quienes atestiguaron el momento.
Durante más de 56 años, sor Geneviève ha trabajado en Ostia y otras zonas empobrecidas del Lacio, llevando consuelo a personas transgénero —muchas de ellas migrantes latinoamericanas— que ejercen la prostitución. Con ellas asistía, cada miércoles, a las audiencias del papa Francisco.
En los días más duros de la pandemia, junto al párroco don Andrea Conocchia, llamó a las puertas del cardenal Konrad Krajewski, limosnero pontificio, para que el Vaticano brindara apoyo alimentario a esta comunidad olvidada. La ayuda llegó, como siempre, gracias al corazón atento de Francisco.
La despedida de sor Geneviève no fue sólo una oración, fue un testimonio. En un mundo de jerarquías y liturgias, ella representó la esencia más radical del Evangelio que Francisco predicó hasta el final: la cercanía, la compasión y la valentía de estar con quienes más lo necesitan.
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