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domingo, 8 de agosto de 2021

“Yo soy el pan de la vida”

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
“LECTIO DIVINA”
LECTIO ¿QUÉ DICE EL SEÑOR?
Texto: Jn 6, 41-45
Teziutlán, a 8 de agosto del 2021.- En aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”, y decían: “¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo?”
Jesús les respondió: “No murmuren. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ése sí ha visto al Padre.
Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y, sin embargo, murieron. Éste es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.
Notas para entender mejor lo que dice el texto:
1. El primer tema que aparece en el evangelio es el de la murmuración la cual es como una expresión de la incredulidad de los judíos que conocen su origen humano y cuestionan su origen celestial.
2. Aparece en seguida la atracción del Padre sobre los hombres para que vengan a Jesús, la cual se encuentra con el obstáculo de la murmuración o incredulidad de los judíos.
3. El tema más importante es el del pan bajado del cielo para que quien lo coma no muera.
4. En el centro del evangelio Jesús afirma: “El que cree en mí, tiene vida eterna”.
5. Al final, Jesús dice que el pan que él va a dar es su carne para que el mundo tenga vida.
MEDITATIO ¿QUÉ NOS DICE EL SEÑOR?
Después de que Jesús dijo que él es el pan de vida y que el que viene a él no tendrá hambre y el que cree en él nunca tendrá sed: “Los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Recordemos que la murmuración fue el gran pecado de Israel en el desierto. La murmuración es expresión de la falta de fe en Dios, en este caso es por la falta de fe en Jesús. La fe es camino a la vida eterna, camino a la comunión con Dios; la murmuración es camino a la muerte, camino a la separación. Si la fe es adhesión, la murmuración es desunión.
Jesús claramente había dicho que la única obra importante era creer en el que Dios había enviado. Pues bien, los judíos no creen en Jesús, por eso dicen: “¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo?”. Sin la fe, y ante la evidencia de su condición humana, es un escándalo para los judíos el origen celestial que se atribuye Jesús. Sin la fe, los judíos sólo ven al hijo de José, pero no alcanzan a descubrir en él al Hijo de Dios. A los judíos les faltaba la luz de la fe, estaban cegados por la incredulidad, tropezaron con el misterio de la encarnación y la resurrección.
Cuando Jesús les dice: “No murmuren”, más que un imperativo prohibitivo es una explicación de la resistencia a creer por parte de los judíos y también una explicación de la acción de Dios para que crean. Por eso dice Jesús: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre”. La fe en Jesús tiene al origen la acción de Dios; la murmuración es la resistencia o la negación a creer. Después de que Jesús habla de la acción de Dios para atraer a los hombres a él, anticipa el tema que más adelante será central, el de la resurrección: “A ese yo lo resucitaré el último día”, es decir al que haya sido atraído por el Padre. En las palabras de Jesús, el Padre está en el origen y en el fin de su misión y de la ‘atracción’, es decir en el origen de la fe. En este sentido pareciera que no es el Hijo el que da a conocer al Padre, sino el Padre el que atrae a los hombres hacia su Hijo.
Ahora bien, esta atracción del Padre ya estaba escrita en los profetas: “Todos serán discípulos de Dios”, y este discipulado apuntaba hacia el Hijo de Dios: “Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí”. Jesús es el centro de todo el misterio de salvación. Es decir, todo procede del Padre, pasa por Jesús y vuelve al Padre. Es verdad que se afirma que hay que escuchar al Padre, pero eso no significa que Jesús no sea mediador. Los hombres pueden escuchar al Padre en esta vida, pero no lo pueden ver. Pero Jesús en cuanto procede del Padre, ha visto al Padre y los hombres sólo pueden ver al Padre al ver a Jesús. En esto está su condición de mediador para revelar al Padre, cosa que san Juan ya había mencionado en 1, 18: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado”. Así pues, aunque el Padre está en el origen de la atracción de los hombres hacia su Hijo, su Hijo es el revelador del Padre, es el Mediador entre Dios y los hombres.
Después del tema de la murmuración y la atracción del Padre hacia Jesús, reaparece el tema de la fe y de la vida: “El que cree en mí, tiene vida eterna”. Si ponemos atención nos damos cuenta de que en el evangelio hay tres verbos que no pueden pasar desapercibidos. Se trata de escuchar, creer y comer. Además, hay que decir que estos tres verbos tienen que vivirse en ese orden, primero es escuchar, luego creer y finalmente comer. San Pablo dice que: “Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?” (Rm 10, 13-14). Así pues, la fe viene de la predicación (cfr. Rm 10, 17), es decir que lo primero es escuchar a Dios y lo segundo es creer en él.
Ahora bien, como ya dijimos, el tercer verbo es comer. En este sentido Jesús insiste: “Éste es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera”. En este contexto, comer es alimentarse, no de algo, sino de alguien. Jesús dice en este evangelio: “El pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. El evangelio de san Juan nos explica lo que significa la palabra carne cuando dice: “El Verbo se hizo carne” (Jn 1, 14), es decir se hizo humano, se hizo hombre, por tanto, la expresión “mi carne” significa mi vida, es decir Jesús mismo. Ese alimento nos llega desde el momento que creemos en Jesús; pero tiene una forma concreta de hacerse realidad con nuestra participación en la Eucaristía.
En la Eucaristía Jesús se nos da como alimento, ya sea por la oración, ya sea por la escucha de su Palabra, pero sobre todo por el sacramento de la comunión. En la celebración de la Eucaristía, a través del sacerdote, Jesús dice: “Tomen y coman, esto es mi cuerpo… tomen y beban esta es mi sangre”. La Eucaristía es el alimento para tener la vida de Jesús en nosotros y mediante esto llegar a la vida eterna: “El que coma de este pan vivirá para siempre”, dice Jesús. Qué lástima que no todos los que van a Misa comulgan, o porque no creen que Cristo sea pan de vida o porque piensan que no necesitan de él. Son muchos los que sólo van a oír Misa, pero Jesús dice en la celebración: “Tomad y comed”. Que Dios nos atraiga hacia su Hijo y nos alimenten de él.
ORATIO ¿QUÉ LE DECIMOS AL SEÑOR?
Señor Dios todopoderoso, gracias por enviarnos a tu Hijo Jesucristo como pan vivo bajado del cielo. Aumenta en nosotros la gracia de la fe y que no caigamos en la murmuración, sino al contrario, concédenos la gracia de ser atraídos por ti hacia tu Hijo Jesucristo y que por nuestra adhesión a él nos resucite el último día.
Señor Dios todopoderoso, tu Hijo nos ha dicho que él es el pan bajado del cielo y que el que cree en él tiene vida eterna. Concédenos la gracia de que seamos discípulos tuyos y de tu Hijo Jesucristo y que aprendamos de ti, que eres nuestro Padre y de tu Hijo Jesucristo, todo aquello que se refiere al Reino del que quieres que formemos parte.
Señor Dios todopoderoso tu Hijo Jesucristo nos ha dicho que el pan que nos va a dar es su carne para que el mundo tenga vida. Sabemos, por el evangelio, que cuando se dice que tu Hijo se hizo carne significa que se hizo humano, por tanto, cuando dice que el pan que nos va a dar es su carne quiere decir que nos va a dar su vida y esto fue lo que hizo en la última cena y en la cruz. Por eso te damos gracias, por el sacramento de la Eucaristía.
OPERATIO ¿QUÉ NOS PIDE EL SEÑOR?
El Señor nos pide que no caigamos en la murmuración, es decir que no caigamos en la incredulidad. La murmuración es una forma de desconfianza en Dios, también es separación de él y de su amor e impide la gracia de la atracción para que nos acerquemos a su Hijo Jesucristo nuestro Señor que es el camino la verdad y la vida.
El Señor Jesús quiere que seamos sus discípulos, es decir que escuchemos y aprendamos de él todo lo que se refiere al plan de salvación de Dios nuestro Padre. Quiere también que creamos en él, que es el pan bajado del cielo, y no sólo que creamos, sino que nos alimentemos constantemente de él, de la entrega de su vida y de sus enseñanzas.
La vida es un camino, un viaje que tiene como destino final la vida eterna. Para llegar al final del camino necesitamos alimentarnos con la Palabra de Dios, para ello Dios nos pide que lo escuchemos. Pero no sólo nos pide que escuchemos a Dios, sino también que creamos en él y para ello nos pide que hagamos oración: el que ora cree y aumenta su fe. Finalmente, el Señor nos pide comer de él y por eso nos ha dado el sacramento la Eucaristía.
+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla

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