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“Fue tentado por Satanás”

LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
“LECTIO DIVINA”
LECTIO ¿QUÉ DICE EL SEÑOR?
Texto: Mc 1, 12-15
Teziutlán, Pueb., a 21 de febrero del 2021.- En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían.
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.
Notas para entender mejor lo que dice el texto:
1. Es el Espíritu el que impulsó a Jesús a retirarse al desierto para ser tentado por Satanás.
2. En el desierto Jesús vivió entre animales salvajes y los ángeles le servían.
3. Después que arrestaron a Juan, Jesús comienza a predicar la cercanía del Reino de Dios.
MEDITATIO ¿QUÉ NOS DICE EL SEÑOR?
En el evangelio de hoy se dice que: “El Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto”. Para los israelitas el desierto evocaba el término medio entre la salida de Egipto y la llegada a la tierra prometida. Antes de llegar a la tierra prometida, Dios condujo a los israelitas al desierto, es decir que Jesús va a realizar la misma experiencia de Israel. Así como Dios condujo a Israel al desierto, para que se definiera como pueblo de Dios, así el Espíritu impulsa a Jesús al desierto para que se identifique como Mesías y salvador. Lo mejor del desierto es el silencio para oír la voz de Dios y preguntarnos ¿qué es lo que nos mueve a nosotros en esta vida? Ciertamente como hijos de Dios debemos vivir bajo la acción del Espíritu Santo, pero la experiencia enseña que para que esto sea una realidad debemos vencer nuestras inclinaciones contrarias al Espíritu que quieren llevar nuestra vida por otros caminos.
San Marcos no da detalles de las tentaciones, simple y sencillamente dice que Jesús: “Permaneció cuarenta días y cuarenta noches y fue tentado por Satanás”. El número cuarenta evoca el paso por el desierto: “Acuérdate de todo el camino que el Señor tu Dios te ha hecho recorrer durante estos cuarenta años…” (Dt 8, 2; 29,4). San Mateo y san Lucas dicen que a Jesús se le presentó la opción de ser un Mesías materialista, pues si convertía las piedras en pan resolvería todos los problemas económicos de este mundo; o la otra opción de dejarse caer del templo para apantallar a todos significaría sucumbir ante la fama y el prestigio, es decir la imagen, el parecer en lugar del ser y, finalmente; la tentación del poder, pues si Jesús se postraba ante Satanás éste le daría todos los reinos de este mundo. Las tentaciones no son otra cosa que todas aquellas pruebas o propuestas alternativas que se nos presentan, incluso aparentemente como buenas, pero que nos apartan del designio y del amor de Dios. Como sabemos estamos sometidos a todas ellas durante nuestra vida, pero Jesús es el modelo de cómo podemos vencerlas.
En el desierto los israelitas fueron probados en su fe porque dudaron de Dios y se sintieron abandonados por él cuando se les habían acabado los alimentos (cfr. Ex 16, 3); sin embargo, Dios quería que maduraran en su fe y confiaran en él y para eso los alimentó con el maná e hizo brotar agua de una roca para saciar su sed (cfr. Ex 16-17). Así los israelitas aprenderían a confiar en Dios y, pasando por todas las pruebas, saldrían vencedores. En el caso de nuestro Señor Jesucristo, el evangelio de san Marcos dice que: “Vivió allí entre los animales salvajes y los ángeles le servían”. Estas palabras muestran a Jesús, como un nuevo Adán, en una escena paradisiaca, viviendo en armonía con los animales salvajes, se puede pensar en aquella profecía de Isaías que dice: “Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos, y un niño los apacentará” (Is 11, 6).
Lo anterior, significa que en Cristo los enemigos naturales se reconcilian entre sí. Este breve evangelio es una invitación para que todos vivamos reconciliados, en armonía los unos con los otros, es una invitación para que nosotros nos dejemos conducir por el Espíritu Santo para adentrarnos en el desierto espiritual de la cuaresma. En efecto, la cuaresma puede ser un desierto espiritual, si movidos por el Espíritu Santo, nos encaminarnos haciendo un camino de oración, de penitencia y de caridad que nos conduzca a la celebración de la Pascua, al final de la Semana Santa, en la Vigilia Pascual, el sábado Santo por la noche, donde ya no es una celebración del sábado, sino la gran Fiesta de la Resurrección, la fiesta número uno porque la Resurrección de Cristo es el misterio central que ha cambiado el mundo y, que puede cambiar nuestra vida, pues nos da la esperanza de la vida eterna, porque si Cristo resucitó es posible la resurrección para nosotros también. Dice san Pablo que: “El mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros” (Rm 8, 11).
El evangelio de hoy dice que Jesús predicaba: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios está cerca. El tiempo también ha sido redimido por el actuar de Dios en el tiempo. Dios intervino en el tiempo con la creación, luego con la elección de un pueblo al que liberó de la esclavitud de Egipto y comenzó su reinado en este mundo en el pueblo de Israel y a través de este pueblo quiso darse a conocer a todos los pueblos. Más tarde en medio de este pueblo envió a su Hijo quien anunció la presencia y cercanía del Reino de Dios, pero sobre todo Jesús con su misma persona hacía presente el Reino de Dios, por eso decía san Cipriano que, así como Jesús es la resurrección porque en el resucitamos, así él es el Reino porque en él reinamos. En efecto, Dios no quiere la muerte, sino la vida en abundancia (cfr. Jn 10, 10). La vida humana, que es un don de Dios, tiene como plenitud la vida eterna. Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque muera vivirá” (Jn 11, 25)
Finalmente, dice Jesús: “Arrepiéntanse y crean el Evangelio”. La Cuaresma es tiempo de conversión, es decir tiempo de cambiar de mente, de corazón y de acción. Tiempo de colaborar más con la gracia de Dios para que sucedan en nuestra vida los cambios que queremos lograr. Para ello necesitamos hacer un camino espiritual para convertirnos a Dios, al prójimo y a nosotros mismos. Para convertirnos a Dios es necesaria la oración; para convertirnos al prójimo, la caridad; para convertirnos a nosotros mismos, el ayuno, es decir no sólo el dejar de comer, sino dejar de hacer el mal y ofrecer a Dios nuestra penas y dolores.
Hay que tener en cuenta que, si creemos en Jesús y en sus palabras, y nos ponemos a seguirlo, va a ser necesario pasar por el desierto espiritual de la cuaresma y, si esto sucede, van a aparecer los desalientos y las tentaciones, incluso puede ser que vivamos entre animales salvajes, es decir entre las inclinaciones contrarias al espíritu que tratarán de apartarnos de los buenos propósitos de la cuaresma; pero no estaremos solos, como a Jesús, los ángeles nos servirán y ayudados por Cristo, con la gracia de Dios, si luchamos, todo lo vamos a vencer; si no luchamos, ya estamos vencidos. Cristo dijo: “Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Si seguimos a Cristo, el Reino de Dios está cerca de nosotros ¡Que así sea!
ORATIO ¿QUÉ LE DECIMOS AL SEÑOR?
Concédenos, Señor, que también nosotros seamos impulsados por el Espíritu Santo para adentrarnos en el desierto espiritual de la cuaresma a fin de conocernos más y descubrir cuáles son las tentaciones por las que muchas veces nos hemos apartado de tu amor y, por otro lado, para que logremos entender cuál el designio que tú tienes para cada uno de nosotros e identificarnos con él y luchar para que se haga realidad en nuestra vida.
Concédenos, Señor, la gracia de que en esta cuaresma nos encontremos más contigo y con nosotros mismos y que esto nos ayude a convivir con aquellos que están más cerca de nosotros y nos cuesta mucho aceptarlos como son. Concédenos también la gracia de vivir en armonía con la naturaleza y experimentar el constante cuidado y la protección de tus ángeles.
Señor, Jesús, concédenos la gracia de aceptar tu palabra y tu persona en nuestro corazón para que así llegue el Reino de Dios a nuestra vida. Que en esta cuaresma nos convirtamos más a Dios, que nos volvamos más a ti y que experimentaremos más tu reino y su justicia entre nosotros y realicemos con la ayuda de tu Espíritu el designio de Dios sobre nosotros.
OPERATIO ¿QUÉ NOS PIDE EL SEÑOR?
El Señor nos pide que, bajo la acción de su Espíritu, nos adentremos en el desierto espiritual de la cuaresma; por un lado, para entrar en nosotros mismos mediante el camino de la penitencia, el ayuno y la modificación a fin de conocernos mejor y descubrir en qué aspectos no reflejamos lo que Dios quiere de nosotros; por otro lado, para hacer penitencia, oración y obras de misericordia y así logremos vencer las tentaciones de Satanás.
El Señor nos pide que recobremos la armonía espiritual con él, con nosotros mismos, con nuestros seres queridos y con nuestros prójimos, así como con la naturaleza. En efecto, somos seres relacionales que hemos sido creados para estar reconciliados y en armonía con Dios y con una profunda paz interior en nuestro corazón y, como resultado de eso, estar en armonía y reconciliación con nuestros hermanos y con la creación.
El Señor nos pide que, en esta cuaresma, abramos nuestros oídos espirituales para escuchar más su palabra y abramos nuestro corazón para que Él y su Reino lleguen más a nosotros. También quiere que nos convirtamos más a él y al proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros y así maduremos más en la fe, en la esperanza y en la caridad.
+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla

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