“Hijo, ve a trabajar hoy en la viña”
LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO
“LECTIO DIVINA”
LECTIO ¿QUÉ DICE EL SEÑOR?
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: “Hijo, ve a trabajar hoy en la viña”. Él le contestó: “Ya voy, señor”, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste respondió: “No quiero ir”, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” Ellos le respondieron: “El segundo”.
Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publícanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publícanos y las prostitutas, sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”.
Notas para entender mejor lo que dice el texto:
1. El Evangelio tiene dos partes: la parábola de los dos hijos y la enseñanza que se concluye de ella.
2. En la parábola el primer hijo dice que va a ir a trabajar y no va; por el contrario, el segundo dice que no va, pero se arrepiente y sí va.
3. La pregunta: ¿quién hizo la voluntad del padre?, indica que no basta conocer la voluntad del padre, sino cumplirla y, además, anticipa la conclusión.
4. La enseñanza conclusiva muestra que los sumos sacerdotes y los ancianos están representados en el primer hijo; los publicanos y las prostitutas, en el segundo.
MEDITATIO ¿QUÉ NOS DICE EL SEÑOR?
El domingo pasado el dueño de la viña salió a las distintas horas del día a contratar trabajadores, ahora les pide a sus dos hijos que vayan a trabajar. Según el evangelio, Dios sólo tiene dos hijos, los que se creen buenos y los que se reconocen pecadores. Todos somos pecadores, pero algunos pecadores son más sensibles para convertirse a la ternura del amor de Dios; por el contrario, los que se sienten justos, piensan estar haciendo la voluntad de Dios, aunque no experimenten su amor.
Con la parábola del padre que tenía dos hijos Jesús interpela a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo de Israel, que se ven retratados en el hijo que dice a su papá: “Ya voy, Señor, pero no fue”. En cambio, el hijo que dice: “No quiero ir, pero se arrepintió y fue”, son los publicanos y las prostitutas. Cuando Jesús pregunta a los sumos sacerdotes y a los ancianos: “¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?”, ellos le respondieron muy sensatamente: “el segundo”. De momento no se dieron cuenta que, con esa respuesta, se condenaban a sí mismos.
Los sacerdotes y los ancianos han dicho a Dios que sí van a trabajar en la viña y se sienten seguros de estar trabajando en ella. Sin embargo, en la parábola, trabajar en la viña no es estar dentro de ella, sino hacer la voluntad de Dios. Pero ¿cuál es la voluntad de Dios? Los sacerdotes y ancianos creían hacer la voluntad de Dios y se apartaron de ella rechazando las enseñanzas de Juan el Bautista. Jesús también experimentó el rechazo de los fieles observantes de la ley mosaica; en cambio, los pecadores, los marginados y excluidos sí creyeron en él. Por esto les dice tajantemente a los sumos sacerdotes y a los ancianos que: “Los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios”. Estas palabras son duras, pero son una constatación, los pecadores aceptaban el mensaje de Jesús, en cambio los que supuestamente conocían la voluntad de Dios lo rechazaron. En este sentido Jesús dijo en otra ocasión: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mt 15, 8).
Por lo anterior, Jesús buscaba a los pecadores, no porque estuviera de acuerdo con ellos, sino para llamarlos a la conversión y, de hecho, varios de ellos cambiaron radicalmente su vida: podemos pensar en Zaqueo, que era jefe de publicanos; en la pecadora que le llevaron para acusarla, o en la pecadora que le fue a lavar los pies, o en aquellos con los que comió en casa de Mateo. Bueno, por todo esto a él le llamaban amigo de publicanos y pecadores.
El evangelio de hoy dice que los pecadores, los más olvidados, los más marginados son objeto del amor de Dios. ¡Cuántos pecadores empedernidos, una vez que se han encontrado con Dios, en Cristo Jesús, han abrazado el camino del Reino! Jesús dijo: “Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan” (Lc 5, 32). Todos somos pecadores, pero no siempre tenemos conciencia de ello. Por tanto, si no nos sentimos pecadores, ¿de qué nos vamos a convertir? Si no nos experimentamos pecadores ¿cómo vamos a sentir y experimentar el perdón y la misericordia de Dios?
Estas palabras del evangelio Jesús las dijo directamente a los sacerdotes y a los ancianos del pueblo. Por lo mismo son un llamado a los que estamos al frente de las comunidades cristianas. No basta que estemos consagrados a Dios, sino que tenemos que vivir en cualquier momento y lugar nuestra consagración a Dios, precisamente al estilo de Jesús que se anonadó, se humilló y en obediencia a Dios murió en la cruz. Nosotros, como Jesús, estamos llamados a buscar a los pecadores para mostrarles el “amor y la ternura de Dios”. Nosotros, como pecadores, también estamos llamados a convertirnos, no basta decirle a Dios ‘si voy a trabajar en la viña’, sino que hay que hacerlo; no basta conocer la voluntad de Dios, sino que hay que vivirla. Es fuerte el llamado a la conversión para todos aquellos estamos al frente de las comunidades, para aquellos que constantemente predicamos la palabra de Dios, pues lo más importante no es predicarla, sino ponerla en práctica.
Pero el evangelio también es un llamado a la conversión para todos. Hay algunos que están más cerca de la Iglesia y muchas veces se acostumbran a las cosas de Dios, pero su vida de cada día no cambia nada. Dedican tiempo a Dios y a la misión en la Iglesia, pero en su vida de cada día y en sus responsabilidades humanas y ciudadanas todo sigue igual. Tal parece que, por un lado, hay que vivir la vida sin la fe y, por otro, hay que celebrar la fe sin la vida. No debemos vivir en el mundo como si Dios no existiera en él e ir a las iglesias como si Dios estuviera sólo encerrado en ellas. Dios quiere estar presente en nuestra vida. Trabajar en la viña del Señor, en la mayoría de las veces, es hacer la voluntad de Dios en lo ordinario y cotidiano de la vida: en la relación con el esposo, o con la esposa; con el hijo o la hija, con el hermano o con el vecino, con el compañero de trabajo o con el amigo.
El Señor nos invita a trabajar en su viña, digámosle que sí vamos a trabajar, pero vayamos, porque lo importante no es decir ‘sí voy, sino ir’. Son más importantes las obras que las palabras. Decía san Vicente de Paul que estamos llenos de palabras, pero nos faltan obras. Lo importante no es conocer la voluntad de Dios, sino hacerla. Ahora bien, si por la vida que hemos llevado, le hemos dicho a Dios ‘no voy; pero sí fuimos’, bendito sea el Señor, porque hicimos su voluntad. Dios es amor y ternura para con todos y se apiada de nosotros pecadores, lo malo es que a veces no nos sentimos pecadores. Pidámosle su gracia para que, con su ayuda e identificados con Cristo, conozcamos su voluntad y nos conceda la fuerza del Espíritu para poner manos a la obra y llevarla a cabo.
ORATIO ¿QUÉ LE DECIMOS AL SEÑOR?
Señor, te bendecimos y te damos gracias porque, a pesar de que somos pecadores y estamos inclinados a hacer nuestra voluntad, nos invitas a trabajar en tu viña, a ser parte de tu reino, a vivir una vida nueva conforme a tus designios, los cuales buscan lo mejor para nosotros en este mundo y finalmente alcanzar la vida eterna.
Señor, tanto si somos pecadores empedernidos como si no, necesitamos convertirnos para poder hacer tu voluntad. Concédenos la gracia de la conversión pues sólo así podremos conocer lo que tú quieres de nosotros, pero sobre todo llevarlo a la práctica.
Concédenos la gracia de descubrir cuáles son nuestros pecados y así reconocernos pecadores necesitados de tu amor y de tu gracia para que, con tu ayuda, e identificados con Cristo, conozcamos tu voluntad y nos concedas la fuerza del Espíritu para poner manos a la obra y llevarla a cabo como verdaderos hijos tuyos y hermanos entre nosotros.
OPERATIO ¿QUÉ NOS PIDE EL SEÑOR?
El Señor quiere que trabajemos en su viña, quiere que no sólo conozcamos su voluntad, sino que la llevemos a cabo en lo ordinario y cotidiano de la vida, pues es ahí donde se lleva a cabo su voluntad: en la relación con el esposo, o con la esposa; con el hijo o la hija, con el hermano o con el vecino, con el compañero de trabajo o con el amigo.
El Señor Dios sabe que muchas veces decimos que sí queremos hacer su voluntad, pero en realidad hacemos la nuestra, sabe que estamos inclinados a buscarnos a nosotros mismos y lo olvidamos a él y a nuestros hermanos; no obstante, nos pide entregarnos más a él y pasar de las palabras a las obras que sean conforme a su voluntad.
Dios es amor y ternura para con todos y se apiada de nosotros pecadores. Lo malo es que a veces no nos sentimos pecadores y, por lo mismo, no nos experimentamos necesitamos de su amor. El Señor quiere nuestra conversión pues sólo de esta manera podremos buscar primero su Reino y su justicia y no nuestra voluntad. ¡Que así sea!
+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII Obispo de Papantla
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